Las verdades eternas y las cosas materiales

Descartes -Duty-to-God

Descartes en Principios de la filosofía:

Punto 48: «Todo lo que percibimos lo consideramos o bien como cosas o afecciones de cosas, o bien como verdades eternas»

«…las verdades eternas no tienen ninguna existencia fuera de nuestro pensamiento»

Define después:

«Cosas son la substancia, la duración, el orden, el número…»

Ahora bien, enseguida añade:

«Sólo admito dos géneros supremos de cosas. Uno es el de las cosas intelectuales o pensativas, esto es, que son propias de la mente o substancia pensante; el otro es el de las cosas materiales, es decir, que son propias de la substancia extensa o cuerpo».

Y matiza un poco más adelante:

«Sin embargo, también experimentamos algunas cosas que no cabe referir sólo a la mente o sólo al cuerpo, sino que proceden de la estrecha e íntima unión de la mente con el cuerpo».

Entre éstas cosas mixtas están:

«el hambre, la sed, así como las canciones o pasiones del alma, el dolor, el cosquilleo de la luz de color, de color, de sonido, etc.»

Por otra parte:

«Cuando consideramos una proposición como «nada se hace de la nada», la consideramos como una verdad eterna, no como una cosa existente ni como el modo de una cosa… Es una verdad eterna que reside en nuestra mente y que se llama noción común o axioma»

Después cita Descartes otras frases del mismo tipo, como «es imposible que lo mismo sea y no sea al mismo tiempo».

Pero, explica Descartes, estas verdades eternas no se perciben igualmente por todos los hombres, a causa de su prejuicios.

 

NOTA 2015
Descartes es un escritor siempre interesante y a menudo fascinante, pero ya cuando lo leí por vez primera y más ahora, tantos años después, acaba por fatigar la manera en la que mezcla un razonamiento metódico, sereno y racional, con las verdades arbitrarias de la revelación cristiana. Esa contumacia en culminar un argumento con una solución teológica, por no decir supersticiosa, hace que se pierda mucho de su encanto y que, en muchos aspectos, su contribución filosófica sea un retroceso más que un avance. Las ideas innatas puestas por Dios, las verdades claras y distintas que acaban por coincidir con los prejuicios de la religión, las verdades eternas (y por tanto indiscutibles), la noción de un Dios infinito que soluciona (en su propia mente, no en la nuestra) todos los problemas, la distinción entre alma y cuerpo de una manera casi arcaica… Ya he dicho en alguna ocasión que muchas de las verdades que Descartes alcanza tras sus diversas peripecias y aventuras por los mundos de la duda acaban por parecerse de manera sospechosa a las que aprendió en sus tiempos de colegial en los jesuitas de La Fleche.


 

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Descartes

Descartes

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