La metafísica de la ética
Aristóteles se opuso de manera explícita en su Ética a Nicómaco a la metafísica de las ideas de Platón, ese mundo de los Arquetipos o Formas perfectas del que el nuestro es sólo una vulgar copia.
De este pasaje de la Ética nicomaquea procede sin duda la célebre frase transcrita en latín: “Amicus Plato, sed magis amica veritas” (“Soy amigo de Platón, pero más amigo soy de la verdad”):
“Esta investigación nos resulta difícil por ser amigos nuestros los que han introducido estas ideas. Parece, sin embargo, que es mejor y que debemos sacrificar incluso lo que nos es propio, cuando se trata de salvar la verdad, especialmente siendo filósofos; pues siendo ambas cosas queridas, es justo preferir la verdad” (1096a, 10-15).
Lo que crítica Aristóteles es la noción platónica de Bien Universal, pues a Aristóteles lo que le preocupa es la obtención práctica de ese bien que se busca: de nada sirve definir un bien idealizado pero inalcanzable para el ser humano. El reproche más o menos explícito a Platón es que lo que hace con su mundo de las Ideas es subordinar la ética a la metafísica.
Es un reproche que sin duda se puede hacer a algunas variantes del budismo, especialmente al Vajrayana, que, tras convencernos desde el punto de vista ético, nos aleja cuando descienden a una metafísica detallista y sutil que, no es que no tenga interés, sino que parece sobreponerse a la ética: de repente, parece que debemos hacer esto o lo otro no porque sea bueno, sino porque coincide con la estructura oculta de la Realidad, ya se trate de la rueda de las reencarnaciones o del velo de la ilusión.
El gran problema de esta incursión o excursión a la metafísica, en la que caen tantas doctrinas que pretenden legislar sobre la ética, es que hacen depender sus ideas de hipótesis abstractas que dependen tan sólo del capricho, la fe o la arbitrariedad de quienes las imaginan: que hay un Dios, que hay muchos, que hay alma o no la hay, que sólo existe lo Absoluto, la Gran Madre o la Energía, que todos somos Uno o que no hay nada, que existe otro mundo…
En definitiva, mera palabrería, al menos en el estado actual de nuestro conocimiento sobre el universo, interesante para discusiones ligeras, pero carente de cualquier validez para legislar, o siquiera para opinar acerca del comportamiento humano o la sociedad.
Este es un reproche que se puede hacer con toda justicia a todos los sistemas éticos que sufren de elefantiasis metafísica, como las seis escuelas ortodoxas de India y muchas variantes del budismo, o el taoísmo mágico y alquímico que empezó a desarrollarse a partir de la dinastía Han. Y, por supuesto, es aplicable al islamismo, el judaísmo y el cristianismo.
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CUADERNO DE FILOSOFÍA
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Ensayos de teología
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