La dinastía Tang y el hipervínculo
Escribí esta entrada en 2005; ahora, en 2011, después de haber publicado El guión del siglo 21, veo que tenía un carácter premonitorio, al menos en lo que se refiere a mis futuros intereses. A continuación reproduzco la entrada con algunos comentarios escritos ahora.
Leibniz se había trazado la norma de “no despreciar cosa alguna” y en todo lo que leía procuraba aprovechar el hallazgo feliz antes que demorarse en censurar fallas. (Ezequiel Martínez de Olaso)
Mi primera página web no fue esta que lees, sino una que hice en 1999 dedicada a la dinastía Tang. Nunca la subí a la red, seguramente por qué no tenía ni idea de cómo hacerlo, pero la hice porque me fascinaban las posibilidades del hiperenlace
Ortega y Gasset tenía en su despacho varias mesas con decenas de libros abiertos en cada una de ellas. Cuando escribía un ensayo, iba recorriendo con su libreta el despacho, mirando los libros y copiando las citas o documentándose.
Internet, sin embargo, te permite hacer búsquedas rápidas que facilitan mucho el trabajo y te ahorran mucho dinero en mesas. Puedes consultar centenares de libros. Por ejemplo, las obras completas de Shakespeare en Rhymezone.
Si buscas algo que dijo Shakespeare acerca del vino de Canarias solo tienes que poner “canary” y obtienes 5 resultados, como éste:
SIR TOBY BELCH: O knight thou lackest a cup of canary: when did I see thee so put down?
SIR ANDREW: Never in your life, I think; unless you see canary put me down. Methinks sometimes I have no more wit than a Christian or an ordinary man has: but I am a great eater of beef and I believe that does harm to my wit.
Y, además, la indicación de a qué obra y verso pertenecen.
Junto a esta facilidad de búsqueda impresionante, que en pocos años incluirá todos los libros editados que no estén sujetos a derechos de autor, es decir casi toda la literatura mundial hasta hace 70 años, Internet y el mundo digital ofrecen ese hipervínculo al que me refería: puedes ampliar la información con vínculos que te llevan a otro documento y regresar fácilmente a dónde estabas.
Es cierto que, al construirse el estandar de navegación de la red mundial, no se hizo muy bien y que precursores como Ted Nelson todavía se lamentan porque no se ha aprovechado realmente lo que el mundo digital y el hipervínculo ofrecen y que es distinto al mundo de papel, pero, de nuevo, las posibilidades son inmensas.
También lo es el que uno pueda corregir, modificar o cambiar de lugar decenas de páginas en un momento. Yo empecé tres o cuatro novelas usando diversas máquinas de escribir, pero no terminé ninguna. Creo que la causa fue que para corregir una novela usando una máquina de escribir, tienes que teclearla entera otra vez. A la segunda corrección se acaba muy cansado.
Hay quien dice que se ha perdido profundidad debido a esta facilidad de corrección y de documentación. Hace poco leí un artículo que criticaba a los googleeruditos que llenan sus escritos de argumentos copiados y pegados en una búsqueda rápida en Google, pero que no leen realmente nada a fondo. La crítica tiene en parte razón y es verdad que en la red hay montones de páginas y foros llenas de datos, citas y argumentos que sus autores (los que los han copiado) ni siquiera entienden, porque ignoran el contexto.
Recientemente (noviembre de 2011) lo ha dicho Mario Vargas Llosa: “Temo que Internet frivolice la literatura”
Es cierto, pero yo creo que sucede eso en Internet y sucedía con los libros. Es algo que no depende de los medios sino de la mente de quien los usa. Unos lo harán mejor, otros peor, unos nos gustarán más, otros menos. Lo de siempre, quizá multiplicado, pero nada más. Todos cometemos errores y deformamos, tergiversamos y citamos mal lo que opinan otros. Se debe intentar evitar hacerlo, pero no se puede evitar de manera cien por cien garantizada, porque entonces uno no escribiría nada nunca. Hay erudición deliciosa, como la de Susan Sontag, y hay erudición insoportable.
Lo que sí se debe y se puede evitar, creo, son los insultos, las actitudes soberbias y despectivas, que, !ay¡, son tan frecuentes en la red como en el mundo literario del papel.
Otra de las ventajas de Internet es que puedes corregir y señalar los errores que cometen otros (en tu opinión) y los que tu mismo cometes. Creo que en poco tiempo se empezarán a producir bastantes descubrimientos en muchos terrenos de la crítica y de la historia gracias a la facilidad de encontrar cualquier palabra que se quiera buscar en un libro. Por ejemplo, en el terreno de la crítica literaria, de la datación y de la autentificación de obras. Y creo que habrá algunas sorpresas interesantes.
Por cierto, en esta tarea de escanear todo lo que se ha escrito, que Google también ha iniciado junto a la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos (la mayor del mundo) y otras, creo que se debería hacer una ley que obligara a los monasterios a permitir que se escanearan todos sus documentos y que se examinaran con rayos láser, para descubrir textos antiguos (los monjes reciclaban, por ejemplo, una obra de teatro de Eurípides para escribir una receta de cordero a las cerezas).
También se deberían hacer públicos todos los fondos del Vaticano, que deben esconder verdaderas maravillas.
Además se deberían poner en la red todos los textos sumerios, asirios, etcétera, escritos en arcilla o papiros y que se guardan en los sótanos de los museos. Porque Internet, precisamente, permitiría que se tradujeran todas esas tablillas desde los domicilios particulares de gente interesada en mucho menos tiempo del que se emplea ahora. De este modo, los textos estarían al alcance de cualquiera y la obra original no sería dañada.
En fin, todo esto era a propósito de que he subido la página web que hice en 1999 dedicada a la dinastía Tang. Y la he subido tal cual, simplemente dividiéndola en mis dos columnas habituales. Lo único que he cambiado es la biografía de Bai Juyi, mi poeta Tang favorito, que he ampliado un poco (pero que ampliaré más).
La página era, ya lo dije, de uso personal, y esta llena de errores y cosas a medias, pero a medida que vaya corrigiendo cosas o poniendo nuevas entradas, las iré anunciando aquí, como hago con el Cuaderno Austrohúngaro, por ejemplo.
(Publicado por primera vez en el blog Monadolog en 2005)