La cortina y los prejuicios
Estaba comentando durante una clase que el término acusmática (que emplea Michel Chion para referirse a un sonido cuyo origen se ignora) procedía de Pitágoras. Pitágoras tenía la costumbre de dar sus lecciones a ciertos discípulos tras una cortina, para que no se distrajeran de lo que decía (o tal vez por otras razones). Por eso, los discípulos acusmáticos eran “los que oyen sin ver”. Escuchaban la demostración, pero no veían las figuras geométricas que trazaba el maestro.
Comentaba esto y entonces me acordé de lo que cuenta Gladwell acerca las pruebas que se hacían en Alemania para contratar nuevos intérpretes. Resulta que a un director en particular le parecía que las mujeres no eran tan buenas violinistas como los hombres, y debido a ello, grandes intérpretes eran rechazadas. Sospechando este prejuicio, se decidió que los nuevos candidatos interpretasen ocultos tras una cortina. Desde que se implantó esta medida, el número de mujeres admitidas se incrementó notablemente.
Lo comentaba también en relación con lo que decía un director acerca de que las mujeres no tenían la misma “fuerza” como guionistas de humor que los hombres. Para combatir este prejuicio, yo le enviaba los guiones sin el nombre de su autor. Sucedió entonces que en ocasiones me felicitó por la fuerza de guiones que creía escritos por hombres (pero los habían escrito mujeres).
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Seguramente el uso de la cortina por Pitágoras era por otra razón: los discípulos llamados “matemáticos” podían oír y ver las demostraciones, pero los “acusmáticos” sólo podían oírlas. Es decir, conocían los resultados, pero no el método.