Internet y la televisión
A menudo se ha comparado la televisión con Internet, lo que es bastante razonable. Se trata de dos medios de comunicación de masas, los dos dirigidos y accesibles a todo tipo de audiencias. El carácter de estas comparaciones ha sido casi siempre negativo. La televisión se ganó en su momento el apelativo de “caja tonta” y se dijo y se dice de ella lo mismo que ahora se dice de Internet, que ambos medios están llenos de basura.
A primera vista parece bastante fácil distinguir la basura, pero nuestras certezas intuitivas no son fáciles de definir tras un examen atento. Podríamos hablar de ese gran basurero egipcio de Oxyrrinco al que la cultura mundial debe tantísimo, porque en él se han encontrado restos de libros grecolatinos que se creían perdidos para siempre. Podríamos también recordar que los basureros, aunque no contengan libros, son uno de los bienes más preciados en las excavaciones arqueológicas, porque contiene abundantísima información acerca de cómo vivían pueblos de los que apenas conocemos nada. Y, por supuesto, podríamos ver tambalearse nuestra seguridad, al descubrir que muchas de las hoy consideradas obras maestras fueron tenidas por pura basura en su época.
Pero no es mi intención examinar a fondo el concepto “basura”, así que concederé a los críticos de Internet que, hablando de una manera ligera y nada científica, Internet está lleno de basura. También es muy probable que, siguiendo en el mismo tono ligero, podamos afirmar que en Internet hay incluso más basura mediática que en la televisión, que ya es decir (estoy pensando en la televisión española). Esto significaría que vamos a peor, porque de la televisión, de la caja tonta llena de basura, hemos llegado directamente al cubo de la basura.
Sin embargo, existe una importante diferencia que olvidan quienes consideran que Internet es un paso más en la caída hacia la vulgaridad, lo banal, la desinformación, etcétera, etcétera. La diferencia es que en Internet está todo. O casi todo. La gran diferencia es que Internet ha llevado a cabo aquello en lo que la televisión fracasó. En Internet puedes encontrar cientos de miles de páginas dedicadas a la basura, por ejemplo en temas como la astrología, la homeopatía y todo tipo de farsas antiguas o modernas; páginas que difunden información para paladares poco exigentes, para temperamentos crédulos y acríticos. Eso es cierto. Pero también puedes encontrar, como sucedió hace unas semanas, un debate de la Universidad de Oxford entre el famoso biólogo ateo Richard Dawkins y el arzobispo de Canterbury. Un diálogo que fue una especie de reedición de aquel en el que se enfrentaron Thomas Henry Huxley, conocido como “el bulldog de Darwin” y el obispo Wilbeforce.
En aquel debate, el obispo ingresó con todos los honores en la historia de la estupidez al preguntar a Huxley si descendía de un mono por parte de padre o por parte de madre. La broma, apta para una taberna, sin duda, no lo era para una convención científica, y Huxley supo aprovecharlo al responder:
“Prefiero antes ser descendiente de un simio que de un hombre como el obispo, que hace un uso tan mezquino de sus maravillosas dotes de orador para intentar silenciar, mediante un ejercicio de autoridad, un debate libre sobre lo que es o no es un hecho verdadero.”
La anterior es la versión de uno de los asistentes al debate en el Oxford de 1860 entre el obispo y el naturalista. Existen otras porque, como es obvio, la discusión no se conserva. Sin embargo, en el nuevo debate entre un obispo, mejor dicho, ni más ni menos que el Arzobispo de Oxford, Rowan Williams, y el naturalista o biólogo Richard Dawkins, sí ha sido conservado y, además, emitido en directo para todo el mundo por Internet. El debate demostró que las cosas han cambiado desde los tiempos de Darwin y que las iglesias cristianas han evolucionado también desde entonces, aunque de vez en cuando desde ese reducto del absurdo que se llama Vaticano, nos haga dudar de ello. El arzobispo se mostró tolerante, simpático y, lo que es más importante, muy bien informado acerca de la ciencia. Fue un debate amable pero en el que se trataron muchos asuntos interesantes de manera ingeniosa y ocurrente, con humor y a veces con ardor y que quizá haya dejado alguna frase para la posteridad, que esta vez sí se conservará y que, además, no fue contemplada sólo por los privilegiados que pagaron la entrada, sino por miles de personas, me gustaría creer que por millones, en todo el mundo. Gracias a Internet.
Gracias a Internet pudimos asistir, también en directo, a la conferencia en la que científicos italianos explicaron los resultados que habían obtenido tras cuidadosas mediciones, que parecían indicar que los neutrinos viajaban más rápido que la luz. Esto, que de ser cierto habría cambiado por completo la ciencia actual, fue también trasmitido por directo gracias a Internet. En este caso, como en el otro, que yo sepa, la televisión, como suele hacer y como ha hecho durante gran parte de su historia, miraba hacia otro lado.
Son dos ejemplos apresurados pero impresionantes del papel que juega Internet en el mundo actual, de lo mucho que contiene además de esa basura mediática. Se podrían dar muchísimos más, desde las obras completas de William Shakespeare a cientos de miles de libros digitalizados, entre ellos verdaderas obras únicas, que hasta hace poco sólo podían consultar investigadores muy concretos tras conseguir permisos muy estrictos en sótanos protegidos de la humedad. Lo más increíble, y que cambia por completo la investigación filológica y literaria, es que un investigador puede consultar una palabra en millones de libros a la vez y obtener los resultados al instante.
Se trata de dos aspectos complementarios de Internet: el de la accesibilidad o democratización del conocimiento, una etapa que va mucho más allá de lo que se logró con la imprenta de Internet, y el carácter enciclopédico de la red mundial, que muchos olvidan, pero que es tan fundamental como la hipertextualidad y la interactividad.
Podría enumerar aquí una lista interminable de maravillas albergadas en Internet, que demuestran que quienes, a veces desde el terreno de la alta o media cultura, despotrican continuamente de Internet se comportan como niños que tiran al suelo las piezas de un tablero de ajedrez, porque son incapaces de emplearlas como es debido.
La diferencia entre la televisión e Internet es que Internet ofrece aquello que la televisión debió ofrecer, pero que no ofreció, en parte porque el público mayoritario no estaba interesado en ello. El debate acerca de si la televisión emite basura porque el público quiere basura o si el público quiere basura porque eso es lo que ofrece la televisión no tiene sentido en Internet. Hay basura, porque muchos quieren basura, pero también hay muchas otras cosas. Aunque Internet se dirige a un público masivo, al contrario que la televisión, también puede dirigirse a públicos minoritarios. En realidad, ofrece contenidos para cualquier tipo de público, para cualquier tipo de interés o afición. Si la televisión apenas mostró la diversidad del mundo, Internet sí lo hace. La gran virtud de Internet es que es a la vez un medio de masas y un medio especializado (e incluso superespecializado). Ahora bien, hay que saber usarlo.
Internet no es una televisión multiplicada. No se sienta uno pasivamente ante el ordenador, como en la sala de cine o en el salón ante la tele con el mando a distancia, y espera a ver lo que le echen, como un animal al que arrojan la comida en la granja, sino que el usuario debe convertirse actuar y participar, debe ser capaz de buscar en el mundo digital como lo es en el mundo cotidiano, por ejemplo en una biblioteca. Como he dicho en alguna ocasión, el internauta, al menos el internauta inteligente, no es un sujeto pasivo en un laboratorio conductista, que espera a recibir sus estímulos diarios, sino que es, como nos dicen las teorías cognitivistas, un buscador activo de información.
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