Primer intento filosófico

Introducción y declaración de intenciones

Contando veintidós años el autor, comienza, como hiciera Descartes, a edificar su propio pensamiento filosófico, sin despreciar a los pensadores que le precedieron, pero sin dejarse encadenar por ellos; buscando la verdad allí donde se encuentre y venga de quien venga; reconociendo de antemano su ignorancia en casi todas las materias y deseando hacerse, si no más sabio, si más filósofo, porque (palabras de Platón) los sabios no necesitan buscar ni proclamar la verdad, siendo que ambas cosas son tareas de los filósofos, aquellos que, en un término medio, no son ni sabios ni ignorantes.
Ignoro el camino que seguirán estos escritos y no me fijo meta alguna excepto la de clarificar mi pensamiento a través de la reflexión.

Siguiendo el ejemplo de los buenos físicos, partiré de algunas seguridades, algunas ideas que considero verdaderas, y, trazando un círculo no vicioso, no descarto que mis últimas conclusiones (que ahora ni siquiera puedo intuir) refuten esas primeras seguridades.
Esto es, por llamarlo de alguna manera, un viaje iniciático: la venda de la confusión y de la duda cubre mis ojos y mediante la reflexión y el raciocinio, pretendo apartarla de mí, deshacerme de ella.
Muchos errores, sin duda, se deslizarán en estos escritos que ahora inicio: mis conocimientos son escasos y dispersos, no he pasado por universidades y no he tenido maestros que me ayudaran a saltar obstáculos. Camino solo, sin ayuda, llevado por el único impulso de mi pasión, y, por ello, frecuentemente, me hundiré en cenagales que otros, aquellos que se han educado de una manera adecuada, sortearían con facilidad. Una ventaja, sin embargo, tengo sobre ellos: yo no tengo nada ‘superado’ (como suelen repetir tantos hoy en día); ni a los filósofos griegos ni a Descartes ni a Hegel (Martensen proponía pasar por encima de Descartes y Hegel, pues ya estaban ‘superados’).

Sobre este tema existe un interesante comentario de Kierkegaard:

«Cualquier apuntador especulativo (acostumbrado a señalar concienzudamente las etapas más significativas de la evolución filosófica de nuestro tiempo) cualquier profesor auxiliar, simple repetido o estudiante, cualquier filósofo, tanto los que lo son por título académico como los que lo son por mera afición, pisan hoy terreno firme y no se paran ya para nada en la duda radical y absoluta, sino que «van más lejos». Seguramente que sería una impertinencia intempestiva preguntarles cuál es en realidad el fin que persiguen con un paso tan firme y ligero: pero hemos de pensar, haciendo gala de la más delicada cortesía, que alguna vez dudaron realmente de todo porque, de lo contrario, resultaría muy extraña, por no decir contradictoria, esa afirmación suya de que van más lejos. Todos, en definitiva, han hecho ese movimiento previo, pero al parecer con una facilidad tan admirable que juzgan de todo punto innecesario explicar la manera en que lo hicieron. En este sentido es completamente inútil cualquier intento que hagamos por nuestra parte, por mucha que sea la delicadeza que pongamos en ello, para sonsacarles el menor detalle esclarecedor, un leve indicio o la más pequeña prescripción dietética sobre la conducta que se debe adoptar al realizar esa tarea tan enorme».

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[Proyecto Filosofar desde cero]

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