Instantes de «Jorge Luis Borges»

Instantes es sin duda uno de los poemas más citados de Jorge Luis Borges:

Si pudiera vivir nuevamente mi vida.
En la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido, de hecho
tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría más atardeceres,
subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido, comería
más helados y menos habas, tendría más problemas
reales y menos imaginarios.
Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente
cada minuto de su vida; claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría de tener
solamente buenos momentos.
Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos;
no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin termómetro,
una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas;
Si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a principios
de la primavera y seguiría así hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres
y jugaría con más niños, si tuviera otra vez la vida por delante.
Pero ya tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.

En el Centro Borges reciben miles de consultas acerca de Instantes, a las que responden siempre lo mismo: “Borges no escribió ese poema”.

Si se lee con un poco de atención, es fácil darse cuenta de que hay muchas cosas que no podría haber escrito Borges. Casi todas resultan evidentes… una vez que se sabe que el poema es apócrifo.

Alastair Read, traductor habitual de Borges, lo incluyó en una antología de sus poemas y, lo que es más llamativo, Instantes fue publicado y atribuido a Borges en 1989 en la revista mexicana Plural, fundada por Octavio Paz.

Se dice que María Kodama, viuda y albacea de Borges, llegó a declarar que nunca se habría casado con el autor de un poema tan malo, en el que resulta “infantil el lenguaje empleado y totalmente contradictorio el mensaje transmitido, con respecto a los principios que Borges sustentó hasta el fin de su vida”.

Kodama reveló que Instantes fue escrito por una mujer llamada Nadine Stair (o Strain) en 1989. Pero Iván Almeida, en un delicioso artículo, nos revela que fue publicado por primera vez, en prosa y con muy ligeras variantes, en 1953 en la revista Reader Digest. Su autor era un humorista llamado Don Herold. En consecuencia, ni Borges ni Strain o Stair escribieron Instantes, pero Almeida no descarta la posibilidad de que se descubra un autor anterior a Herold.

¿Y qué habría dicho Borges si le hubiesen atribuido Instantes en vida? La sorprendente respuesta nos la cuenta Elena Poniatowska en Todo México (1990), donde reproduce una entrevista que hizo a Borges “en 1976”. En un momento dado, le pregunta qué piensa acerca de dos de sus poemas, Instantes y Remordimiento:

“Borges escucha con incredulidad, con atención, acostumbra escuchar con seriedad, no se distrae, sin el bastón, sus dos manos sobre la colcha, se ve más desamparado.
Sonríe.
—¿Qué puede importarme ser desdichado o ser feliz? Eso pasó hace ya tanto tiempo… Estos poemas son demasiado inmediatos, autobiográficos, son remordimientos.”

La primera sorpresa es que Borges no niega la autoría de los poemas; la segunda, que no reacciona ante el verso en el que dice tener 85 años, a pesar de que entonces sólo tenía 77. La tercera sorpresa es el otro poema que Poniatowska leyó a Borges, Remordimiento:

He cometido el peor de los pecados
que un hombre puede cometer. No he sido
feliz. Que los glaciares del olvido
me arrastren y me pierdan.

Mis padres me engendraron para el juego
humano de las noches y los días,
para la tierra, el agua, el aire, el fuego.
Los defraudé. No fui feliz. Cumplida
no fue su joven voluntad. Mi mente
se aplicó a las simétricas porfías
del arte, que entreteje naderías.

Me legaron valor. No fui valiente.
No me abandona. Siempre está a mi lado
la sombra de haber sido un desdichado.

Es cierto que este poema suena más a Borges,  aunque dos líneas nos hacen dudar: “Que los glaciares del olvido/me arrastren y me pierdan”, que no desentonaría en lo que suele llamarse estilo cursi o romántico. Remordimiento, además, tampoco parece coincidir con ”los principios que Borges sustentó hasta el fin de su vida”, según Kodama. El error tal vez sea considerar que Borges sólo fue capaz de sostener un único conjunto de principios a lo largo de su larga vida. A no ser que Remordimiento sea una nueva falsificación. Pero no lo es: Borges lo publicó en el periódico La Nación.

Parece demostrarse, de este modo, que Borges escribió o reescribió  Instantes, puesto que no negó su autoría cuando Poniatowska le leyó los dos poemas. La paradoja es que la autenticidad de Remordimiento prueba la falsedad del pasaje de la entrevista, porque, aunque su autora la fechó en 1976, fue realizada en 1973 y se publicó ese mismo año en el periódico Novedades. Pero Borges no publicó Remordimiento en La Nación hasta 1975, un día después de la muerte de su madre. Poniatowska nunca pudo leer a Borges un poema que todavía no había sido escrito.

La conclusión de toda esta investigación podría ser que resulta fácil engañar a los expertos: el propio Bioy Casares encargó a una librería inglesa El acercamiento de Almotásin, pero no se lo pudieron enviar, porque era un libro inventado por su amigo Borges, experto engañador. Sin embargo, me parece que lo más interesante del caso Instantes es que muestra cómo las ideas acerca del arte varían en función de nuestras expectativas y nuestros prejuicios. Una vez descubierto el fraude, la reacción de quienes ya admiraban a Borges y de quienes lo admiraron sólo tras leer Instantes se puede resumir en la misma frase: “Ya decía yo que era muy bonito para ser de Borges”. Pero unos y otros interpretarán de manera muy diferente la palabra “bonito”.

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He hablado a menudo del poema Instantes, por ejemplo en:

  ¿Quién escribió Instantes?

Instantes, de Jorge Luis Borges

 

La mirada crítica y el poema Instantes

 

 


Las comillas del título en «Jorge Luis Borges» son una broma a la obsesión por las comillas, que, al menos en este caso, estarían justificadas, pues el poema no es de Borges, sino en todo caso de una entidad semificticia denominada «Borges».

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