¿Es el estoicismo una filosofía innecesariamente cruel?
Se cuenta que en una ocasión el esclavo Epicteto pidió a su maestro Musonio Rufo, que intercediera ante su amo para que dejara de maltratarlo. Musonio le respondió con una pregunta: «¿Se lo voy a pedir a él si de ti puedo conseguir lo mismo? Porque es de inútiles esperar de otro lo que uno tiene por sí mismo».
Epicteto, que siempre se refería a su maestro como el «querido Rufo», recordaba esta lección como un paso decisivo en su camino hacia la indiferencia, hacia el control de las emociones y pasiones. Que su amo lo maltratara no dependía del propio Epicteto, pero que ese maltrato no le afectara sí que dependía de él.
Para muchos, esta historia es un magnífico ejemplo del poder del estoicismo. Para otros, la anécdota muestra los problemas de un estoicismo dogmático llevado al extremo. Es difícil no pensar que Musonio Rufo, que en vez de ayudar a aliviar el dolor físico de su alumno se desentendió, se comportó de forma tan cruel como el amo de Epicteto. Un estoico nos responderá que no hemos entendido su filosofía y que conceptos como «crueldad» o «dolor físico» son sólo emociones, y que quien sólo se preocupa de lo suyo no está sometido a estos vaivenes emocionales.
El camino a la serenidad nos lo muestra Epicteto en los primeros capítulos del Manual: hay cosas que dependen de uno mismo y cosas que no dependen de uno mismo. No depende de nosotros lo que hagan o lo que piensen los demás. Aunque es obvio que podemos intentar influir en su comportamiento, el resultado final será lo que ellos decidan hacer o pensar.
Tampoco depende de nosotros que llueva, que nieve o que haga un calor espantoso. No depende de nosotros, en fin, que si vamos a una fiesta un borracho nos moleste, que alguien nos tire una copa encima o que nos pisen o empujen.
Todo eso no depende de nosotros. Pero lo que sí depende de nosotros es la manera en la que reaccionamos ante cualquiera de esas circunstancias. Lo que está enteramente bajo nuestro control, en definitiva, son nuestras emociones. Por eso, cuando su amo le aplicaba una máquina de tortura en la pierna, Epicteto, tal vez recordando el consejo de Musonio Rufo, sencillamente le advertía: «Me la vas a romper». Hasta que un día, efectivamente, su amo le rompió la pierna, y Epicteto dijo tranquilamente: «Ya te dije que me la romperías».
Según como lo presentemos, el estoicismo puede parecer una filosofía sabia y sensata o cruel y resignada.
Quienes carecen de la metafísica estoica, ¿qué obtienen de la resignación estoica, de ese cercenar de raíz todas las emociones?
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