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Sabios ignorantes y felices, de Daniel Tubau
Sabios ignorantes y felices, de Daniel Tubau

Galería

Sacro y profano CUADERNO DE VENECIA
¿Inventó Coca-Cola la felicidad?
El buenánimo de Demócrito y los peligros de la envidia
Es más fácil ver que escuchar
¿Ataca Tucídides a Pericles?
David Hume
Platón, ¿creador de la filosofía evasiva?
La impopularidad del imperio ateniense
No hay una única receta para la felicidad, pero sí recetas felices

El salmo de Lichtenberg

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¿Y cuál es el Salmo 90 que tanto conmovía a Lichtenberg?

Aquí está:

Domine, refugium

1 Oh Soberano mío, tú has sido nuestro refugio
de generación en generación.

2 Antes que naciesen los montes,
o fueran engendrados la tierra y el mundo,
desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios.

3 Devuelves el hombre al polvo, diciendo:
«Retorna, hijo de Adán».

4 Porque mil años delante de tus ojos
son como el ayer, que pasó,
y como una vigilia en la noche.

5 Nos arrebatas como en un sueño,
como la hierba que pronto se marchita:

6 Por la mañana florece y crece;
por la tarde es cortada y se seca;

7 Porque en tu furor somos consumidos,
y por tu indignación somos conturbados.

8 Pusiste nuestras iniquidades ante ti,
nuestros pecados secretos a la luz de tu rostro.

9 Todos nuestros días fallecen a causa de tu ira;
acabamos nuestros años como un suspiro.

10 Los días de nuestra vida son setenta años,
y quizás en los más robustos hasta ochenta;
con todo, la suma de ellos es sólo pesar y trabajo,
porque pronto pasan, y desaparecemos.

11 ¿Quién conoce la vehemencia de tu ira?
¿Quién teme debidamente tu indignación?

12 Enséñanos de tal modo a contar nuestros días,
que traigamos al corazón sabiduría.

13 Vuélvete, oh Señor, ¿hasta cuándo tardarás?
Ten compasión de tus siervos.

14 Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y así cantaremos y nos alegraremos todos nuestros días.

15 Alégranos conforme a los días que nos afligiste,
y a los años en que sufrimos desdichas.

16 Que tus siervos vean tus obras,
y su descendencia tu gloria.

17 Sea la bondad del Señor nuestro Dios sobre nosotros,
y haga prosperar las obras de nuestras manos;
sí, haga prosperar nuestras obras.


Cómo no ser un cenizo

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