
Es un juego que aparece mucho en los libros de lingüística, aunque no se plantea como un juego con el que entretenerse en las horas muertas del invierno. Se trata más bien de un juego académico.
Steven Pinker, que estudió con Noam Chomsky, se refiere en su libro Cómo funciona la mente a frases como:
“Hildegard quiere casarse con un culturista”
¿Qué debemos entender? ¿Que Hildegard quiere casarse con un culturista en particular o es que frecuenta los gimnasios buscando uno?
Otro ejemplo tomado de una noticia, tal vez imaginaria, pero verosímil:
“Cada 45 segundos un hombre sufre un golpe en la cabeza en España”
¡Pobre tipo!, pensamos.
El juego, como se ve, consiste en escribir frases ambiguas con componentes equívocos e indefinidos, frases en las que algo no queda del todo claro, frases que resultan inevitablemente ambiguas.
Cuando decimos «un hombre», podemos referirnos a un hombre en concreto, como nuestro amigo Márcos Méndez Filesi, a un hombre al que nosotros no conocemos, o a todos los hombres que reciben un golpe en la cabeza en España.
La pregunta es: ¿cómo podemos medir o calcular la ambigüedad de una frase?
Se podría decir que la ambigüedad de una frase se mide por el número de posibles interpretaciones a que puede dar lugar. Cuantas más interpretaciones, más ambigüedad. Si tenemos la frase:
“Un hombre besa a una mujer cada cinco segundos«
Podríamos entender:
a) Un hombre (concreto) besa a una mujer (concreta) cada cinco segundos. b) Un hombre (cualquier hombre) besa a una mujer (concreta) cada cinco segundos c) Un hombre (concreto) besa a una mujer (cualquier mujer) cada cinco segundos d) Un hombre (cualquier hombre) besa a una mujer (cualquier mujer) cada cinco segundos
Aquí tenemos cuatro interpretaciones posibles. Todas ellas se basan en la diferencia entre los entes particulares y los entes generales.
En este juego se puede manejar la ambigüedad entre: uno, varios, algunos, todos, cualquiera, ninguno… Como en la estupenda frase de Lincoln que también cita Pinker (y que, creo, aparece en El nacimiento de una nación, de Griffith, pero que LIncoln, según creo también, nunca llegó a pronunciar):
“Se puede engañar a todo el mundo durante un tiempo; se puede incluso engañar a algunas personas siempre, pero no se puede engañar a todo el mundo siempre”.
No es que esta frase sea ambigua, al menos en español, pero juega de maravilla con las cantidades de personas y los tiempos.

Ahora bien, quizá en este juego no debemos limitarnos a la cantidad y se puedan buscar frases absolutamente ambiguas, en las que no sepamos quien (uno, varios o todos) hizo qué, cuándo lo hizo, etcétera. Como en el clásico de los libros de lingüística de Noam Chomsky:
«Ayer vi a Juan mientras corría»
¿Quién corría, Juan o yo?
El juego comienza. Quien quiera participar puede enviar sus frases ambiguas en un comentario al final de esta página.
Un desafío interesante sería encontrar una frase con cinco interpretaciones posibles. Todas las interpretaciones tiene que ser razonables, por supuesto. Mientras más corta sea la frase, más mérito tiene, como en el ejemplo citado más arriba de cuatro interpretaciones posibles (“Un hombre besa a una mujer cada cinco segundos«).
En consecuencia la frase ideal sería aquella con una estructura mínima, como:
» X (se relaciona de la manera M) con Y»
JUEGOS CON EL LENGUAJE
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