El escepticismo perseguido y subterráneo

El escepticismo casi siempre ha estado mal visto, y muy a menudo ha sido perseguido, en especial cuando se trataba de escepticismo religioso, es decir, los que no creen en las verdades supuestamente reveladas por los dioses, o bien político, es decir, los que no creen en la verdades supuestamente demostradas por el líder, el partido o la ideología.

A pesar de esta persecución y desprecio, probablemente el escepticismo es la corriente filosófica que más ha influido en el pensamiento a lo largo de los siglos, aunque lo haya hecho por un cauce casi siempre secreto.

En definitiva, el escepticismo ha sido una de las corrientes subterráneas más importantes del pensamiento universal, tanto en Grecia y Roma como en China, en la India, en el mundo islámico y en casi cualquier otra cultura. Aunque ha adoptado muchas formas y disfraces, en parte porque casi siempre ha sido perseguido y despreciado, también ha tenido momentos de cierto éxito. En la antigua Grecia, los escépticos dirigieron la Academia fundada por Platón; en el budismo original también abundaban las tesis escépticas, y llegó a ser la filosofía dominante en todo el subcontinente indio, antes de que fuera expulsado y sobreviviera en otros lugares, como China, Japón y todo el sudeste asiático. La Academia creada por Platón acabó adoptando el escepticismo y lo mantuvo durante casi doscientos años. También lo encontramos en el taoísmo chino, en ciertas corrientes del Islam y, de manera especialísima, en la filosofía moderna, a partir de Montaigne, y posteriormente de Descartes, que toma sus mejores ideas de él pero intenta domesticarlo de nuevo, para construir otra filosofía dogmática. Y por supuesto en la ciencia moderna, que es escéptica.

Daniel Tubau nos propone pasear de la mano de los escépticos para llegar al conocimiento admitiendo nuestra ignorancia. Además, nos revela que a través de la duda podemos encontrar un camino hacia la felicidad.