
Demócrito define el buen ánimo (eutimia) como un ánimo sereno, que se logra mediante la moderación en el placer y la armonía de la vida. Para alcanzarlo conviene evitar las carencias y los excesos, porque suelen provocar grandes conmociones en el alma y eso impide el equilibrio y la serenidad.
Es un planteamiento muy sensato, moderado y semejante al de Aristóteles y, por supuesto, al de Epicuro, pero Demócrito vivió unos cincuenta o cien años antes que ellos.
Demócrito también nos dice que es recomendable contentarse con lo necesario y no desear lo que no está a nuestro alcance, no prestar atención ni envidiar a los que tienen más.
Si nos dominan emociones como la envidia, entonces nuestro bienestar, nuestro buen ánimo y nuestra felicidad ya no dependerán de nosotros sino de aquellos a los que envidiamos, porque se da la paradoja de que «el envidioso se atormenta a sí mismo como a un enemigo».
Muchas de nuestras frustraciones, envidias o celos no afectan a los demás sino solo a nosotros mismos. Quien vive obsesionado con sus enemigos, esperando su próximo movimiento para contradecirlos, pasando su tiempo a la espera de que actúen, de que digan algo o de que se manifiesten, acaba convirtiéndose en su esclavo. Y cuanto más mediocres sean sus enemigos, más mediocre será él. Ya nos lo advirtió Borges: «Hay que tener cuidado al elegir a los enemigos, porque uno termina pareciéndose a ellos».
Los políticos nos dan de esto muchos ejemplos. Los que empiezan combatiendo de manera obsesiva y dogmática las malas prácticas de sus rivales acaban por adoptar las mismas estrategias. Y no solo sucede entre los políticos profesionales, sino entre amigos y conocidos que no pertenecen a ese mundo.
Quien envidia, defiende Demócrito, se hace daño a sí mismo. Quien pasa su tiempo pendiente de la vida de los demás está reduciendo su propio tiempo para disfrutar de la vida y regalándoselo a quienes menos le gustan. Es una extraña forma de altruismo. Siempre me ha sorprendido observar cómo algunos amigos dedican casi todo su tiempo a hablar de las personas que detestan. Es como alquilar una magnífica casa en la playa y pasarse todo el verano mirando por la ventana para asegurarse de que los vecinos no se divierten demasiado.
Ahora bien, cuando digo envidia me refiero también a la maledicencia, a pasarse las horas hablando mal de los demás, una pérdida de tiempo y un rasgo de mediocridad que no necesariamente lleva aparejado la envidia.
El texto anterior recoge algunos pasajes del capítulo dedicado a Demócrito en Siete maneras para alcanzar la felicidad según los griegos.
Demócrito de Abdera (460 a 370 aC) es el creador del atomismo. Siempre se le ha admirado por sus contribuciones a la ciencia y el estudio de la naturaleza, pero sus ideas relacionadas con la ética son también muy interesantes.
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