Dejemos que Venecia se hunda

Un poema de mi amiga Marina Pino

Llueve con furia sobre la augusta ciudad de Venecia

lo que significa que llueve dos veces

sobre esta ciudad podrida y condenada,

edificada sobre la nada de las aguas

que hoy empujan con violencia el vaporetto

contra los topes neumáticos de la parada

en medio de los gritos del pasaje asustado y ciego.

En San Marco, donde un viejo ofrece

impermeables de plástico por pocas liras,

el agua llega ya hasta las rodillas

y es un sálvese quien pueda

cuando me refugio en una trattoria

en el momento mismo en que algo se desploma

en algún sitio

y varios pasquines con la leyenda «Venecia se hunde:

salvémosla»

navegan calle abajo como un scherzo despiadado.

«Ay, señor -comenta el dueño del café-,

los venecianos nacemos a bagno

y morimos a bagno come il baccalà

Dicen que somo raros. Y yo me digo:

¿Como no ser raros en una ciudad rara».

                                                              Marina Pino

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