¿Cómo se explica el éxito del estoicismo?

Hoy en día, millones de personas se declaran estoicas: deportistas, políticos y empresarios como Jack Dorsey, fundador de Twitter, o el que ahora es dueño de esa red social, Elon Musk, junto a celebridades como Arnold Schwarzenegger o Angelina Jolie… Todos encuentran en el estoicismo del esclavo Epicteto, el emperador Marco Aurelio o Séneca la respuesta a sus preguntas más inquietantes: ¿cómo debemos vivir?, ¿cómo sobrellevar la frustración y el dolor?, ¿cómo debemos relacionarnos con los demás?
No es sencillo descubrir las razones de la popularidad del estoicismo, que sobrevino de repente, tras décadas reposando en el trastero de la historia. Cuando yo era adolescente, existían pocas ediciones del Manual de Epicteto en español y por eso, junto a mi amiga Catherine Moreau, decidimos traducirlo a partir de una versión francesa.
En el año 2003 publiqué un artículo en el que me lamentaba de que los estoicos «se habían llevado la peor parte en el reparto filosófico de los últimos tiempos» y eran «poco apreciados». Apenas unos años después, el planeta entero se había vuelto estoico. ¿Cómo explicarlo?
Una de las razones fue, sin duda, la crisis de 2008 y la sensación de incertidumbre que empezó a apoderarse de millones de personas en todo el mundo. Eso provocó la multiplicación de los libros de autoayuda y la búsqueda de caminos individuales de salvación, al perderse la confianza en las instituciones. La inquietud aumentó con la pandemia, que cayó sobre la humanidad como un castigo incomprensible. Es una situación que podríamos comparar con la del Imperio Romano en la época de Séneca y Epicteto, e incluso durante el mandato del estoico Marco Aurelio, quien, a pesar de ser el último de los «emperadores buenos», vivía en una sociedad desengañada, en la que florecían religiones y filosofías que ofrecían, no tan sólo sabiduría, sino también, y por encima de todo, salvación.
Sean cuales sean las causas de su popularidad actual, el estoicismo es, al menos a primera vista, la filosofía clásica que ofrece las respuestas más rápidas y en cierto modo más convincentes. Tiene muchas frases brillantes, anécdotas sustanciosas en las que se mezclan emperadores y esclavos con multimillonarios condenados al suicidio, como Séneca, y algunas fórmulas casi mágicas para librarse de los problemas sin necesidad de herramientas, dinero o ayuda exterior, puesto que su afirmación básica es que nuestra serenidad y tranquilidad de ánimo depende enteramente de nosotros y no del mundo exterior.
En aquel artículo de los años 90 enumeré las cosas que el estoicismo me había enseñado: una de ellas era el no preocuparme por lo que pensaran los demás. Qué te importa lo que piensen los demás, como dijo el nada estoico físico cuántico Richard Feynman. Te importe o no, no sirve para nada perder energías intentando que piensen lo que tú quieres que piensen. Comprender y aplicar esta sencilla verdad nos libera de una cantidad impresionante de preocupaciones.
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