Calistofel Doyle y el error en el cine
Calistofel Doyle es la manera en la que los chinos llaman a Christopher Doyle, el director de fotografía, conocido en especial por su colaboración con Wong Kar Wai. Algunos consideran que es el director de fotografía más raro del mundo. Pero también es el mejor para muchos.
En el último día del Baff 2006, Doyle dio una clase por el módico precio de 5 euros. Una verdadera oportunidad.
Cuando entré en el cine en el que se celebraba la clase, Doyle estaba sentado en una silla tomando notas en una libreta. De tanto en tanto bebía cerveza directamente de la botella, aunque después nos hizo notar que era cerveza 0’0, sin alcohol.
Doyle comenzó a desgranar su clase, poniendo varios ejemplos en vídeo de cosas que contaba. A veces no se entendía con el encargado que ponía los vídeos (que estaban en un DVD, separados en diferentes cortes). Y allá corría Doyle, arriba y abajo por las escaleras, planteando un tema, rectificando al ver que no era el vídeo correspondiente, apagando y encendiendo las luces. Delicioso.
Un entrevistador le ha definido como a un demente después del quinto café, mezcla de Groucho y Harpo.
El asunto fundamental que quiso tratar Doyle en su clase era el error como estímulo creativo, así que todo este ir y venir era muy adecuado. Contó cosas muy interesantes, como que él empezó a aprender fotografía los treinta años y que la única manera de ir descubriendo cómo funcionaba era probar y equivocarse una y otra vez. Nos demostró con varios ejemplos elocuentes, que muchos de sus más celebrados hallazgos habían nacido de errores. Uno de los más graciosos era una curiosa y muy sugerente imagen de una película que había sido obtenida sencillamente cambiando sobre la marcha la lente de la cámara.
Me dio la impresión de que a algunas personas del público, después de las primeras risas, a veces les molestaba todo el caos que montó Doyle allí, y que esperaban algo más serio y planificado, pero a mí me pareció la manera perfecta de dar una clase. Así es como me gusta darlas a mí, saltando de un tema a otro, mezclando mil cosas diferentes, pero no lo hago a menudo porque sé que algunos alumnos se sienten estafados y quieren aprender cosas “más importantes”. Pero estas son las cosas realmente importantes. Las cosas importantes para escribir guiones o hacer cine, como me animo a decir en las últimas jornadas de mis cursos, no tienen que ver con el cine. Además, cuando doy clases de esa manera, entro en una especie de enajenación o borrachera que me resulta peligrosa por la falta de control (lo que, como ya he dicho, a mí no me molesta, pero sí a algunos alumnos).
Yo, en esta clase con Doyle, aprendí a perder el miedo a la fotografía, y se me ocurrieron varias ideas para diferentes proyectos. ¿Qué más se puede pedir?
En una entrevista que puedes leer en la red, Doyle cuenta:
“I was in Istanbul two weeks ago and I was just amazed that the film school was actually people who were studying medicine and engineering. I thought, “This is the best film school in the world. Much better than NYU,” because I was at NYU the next week and they were total assholes (…) In Istanbul they all speak English, they learn in English. I thought, “This is the future.” That you have people from other disciplines who are interested in filmmaking. We spent the whole day together. It was the most engaging experience I’ve had in… I want to make a Turkish film next year, because that’s it, it’s about life, it’s not about technicalities. You show me the green button and I press it and the film rolls. That’s about it. That’s what I know”.
Para quienes no sepan inglés: que estuvo en Estanbul y se quedó asombrado porque en la escuela de cine la gente había estudiado medicina e ingeniería, y que eso era mejor que en las escuelas de Nueva York, en las que eran todos tontos del culo. Pensó que en Estanbul estaba el futuro porque allí había gente de otras disciplinas interesados en el cine, y se pasó el día con ellos y fue una experiencia maravillosa, porque se trataba de la vida real y no de tecnicismos, cuando en realidad lo único que hay que saber es “Enséñame el botón verde y yo lo aprieto y la película se graba”. Así que va a hacer una película en Turquía el año que viene.
Doyle es australiano, pero vive, si recuerdo bien, en Hong Kong; también contó que había conocido Barcelona muchos años atrás, cuando era marinero, pero que, claro, era una Barcelona muy distinta de la que ahora estaba visitando. Ha participado en decenas de películas y, precisamente, dio una estupenda explicación de por qué prefiere ser director de fotografía en vez de director: “Así puedo hacer cuatro o cinco películas por año, y trabajar con gente inteligente y divertida, como Wang Kor Wai o Pen Ek Ratanaruang; pero si fuese director tendría que pasarme de uno a dos años con cada proyecto y tener que ocuparme de organizar a cientos de personas.”
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[Publicado en 2006 en Al este del este]
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