Road, Movie y el asombro del cine
Hoy en día es difícil saber cómo se veía el cine en sus orígenes, porque nos hemos acostumbrado década tras década a los cambios que se han ido produciendo en el lenguaje cinematográfico. Es un asunto al que me referí en una conferencia que di en 2009 n Tudela de Navarra y que puedes leer en forma de serial en El guión de cine y los prejuicios.
El cine mudo, según parece, no se contemplaba en religioso silencio, como a veces se muestra en algunas películas actuales, sino que el público comentaba las cosas que le llamaban la atención, gritaba, avisaba a los personajes del peligro, participaba, en definitiva, del espectáculo.
Como decía McLuhan refiriéndose a otro contexto (a esa África a la que tantos estudiosos se refieren como si fuera una pequeña ciudad en la que todos actúan igual):
Los espectadores africanos no pueden aceptar nuestro papel de consumidores pasivos ante una película. La característica normal de un público culto es que acepta íntegramente el papel de consumidor pasivo ante un libro o una película, pero un público africano no ha sido entrenado para seguir, privada y calladamente, un proceso narrativo.
El guionista Jean Claude Carriere explicaba en alguno de sus libros que en ciertos lugares del norte de África (lo que ya es un poco más preciso) hacía falta un “explicador” para las películas, mudas o no. Y Luis Buñuel recordaba que en la España de su juventud todavía existía esa figura. En palabras de John Wilson, del Instituto Africano de Londres, tras sus estudios en Ghana en los años 60 del siglo pasado:
Un público africano no permanece sentado y en silencio, sin participar. Quiere participar, y la persona que le muestra una película y hace el comentario vivo, debe ser flexible, incitante, y conseguir reacciones. Si se da una situación en que un personaje canta una canción, se canta la canción y se invita a los espectadores a corearla. Cuando se hacía la película, se tuvo que pensar en esta participación y procurarle oportunidades. Los comentadores directos que habían de presentar las películas tenían que ser entrenados perfectamente en el conocimiento de la significación de la película y en la interpretación que habían de darle ante públicos diferentes. Eran africanos elegidos entre los profesionales de la docencia y preparados para este objeto.
Cualquiera que haya ido a Cuba, habrá observado en los cines que a veces el verdadero espectáculo no está en la pantalla sino en las butacas.
Así que, en sus inicios el cine era un medio más frío, en terminología de McLuhan, de lo que ha sido después. Es decir, era un medio que favorecía la participación, porque no dominaba toda la experiencia sensitiva del espectador. No sólo porque carecía de sonido (aunque había pianistas y orquestas a menudo), sino que también, al ser en blanco y negro y en dos dimensiones, obligaba al espectador a completar o imaginar lo que veía.
Con el tiempo, el cine añadió el color y el sonido, y se hizo mucho menos participativo, menos comunitario y compartido: el público empezó a asistir a las salas de cine no como quien va a una representación visual, sino como quien acude a misa. Los espectadores se sentaban juntos, pero en silencio, a oscuras, con la vista y el oído concentrados en la pantalla.
Es curioso observar que las innovaciones técnicas del sonido hicieron que los espectadores salieran un poco de esta especie de conexión casi umbilical con la pantalla, porque, de pronto, el sonido podía proceder de diversos lugares de la sala, creando una experiencia envolvente, pero, al mismo tiempo, haciendo percibir y sentir al espectador que se hallaba en un espacio en el que había lugares diferentes y separados, e decir, que no todo sucedía en el gran lienzo de la pantalla. Lo mismo sucede, de manera paradójica, con el 3D: parece dominar aún más al espectador, pero en realidad lo libera de ese espacio sin espacio que es la pantalla en dos dimensiones y del hipnotismo que ejerce sobre su mirada.
En la película india Road, movie, dirigida por Dev Benegal, que pude ver en el Barcelona Asian Film Festival en 2010, los protagonistas recorren la India en una furgoneta que es un cine ambulante. En ella podemos ver cómo era la experiencia cinematográfica en sus inicios, porque, según tengo entendido, algunas de las personas del ámbito rural que aparecen en Road Movie contemplando las películas que les proyectan los viajeros de ese cine ambulante era literalmente la primera vez que veían una película.
En sus rostros se ve el asombro que tal vez dominó las primeras proyecciones, antes de que el público se acostumbrara poco a poco al nuevo medio y comenzará a participar activamente. Antes, en cualquier caso, de que el sonido los domesticara (nos domesticara) de nuevo.