Andanzas en China y relación con Cortazar

Semblanza de Daniel Tubau, por Tonino /4

Tonino continúa aquí con su breve semblanza biográfica, revelando algunos aspectos de mi vida poco conocidos.

Como en los capítulos anteriores, ofrezco aquí un fragmento de la presentación, pero también el texto original escrito por Tonino.

Vida de Daniel Tubau por Tonino

Parte 1|Parte 2|Parte 3

4. Andanzas en China y relación con Cortazar

Es allí, en la  Schiftung Jugendheim Sternen de Suiza, donde conoce a Jean de Rossi, entonces un joven profesor de música que le introdujo en su casa, donde su esposa le animó al estudio de su biblioteca filosófica. De este periodo poco sabemos excepto que el joven Daniel pasaba horas encerrado en la casa de los Rossi donde inicia su propensión a la idealización de lo real. De los Rossi apenas tenemos datos acerca de su existencia después de que abandonaran la ciudad de Berna para instalarse en California y desaparecer sin dejar rastro en la ciudad de Las Vegas.

Tubau inicia muy joven una serie de largos viajes por oriente donde se interesa por la literatura china y la semiótica. Concretamente realiza estudios sobre la época Tang y el compromiso de los símbolos de la escritura logográfica. Esto irrita profundamente a su familia, quienes sostienen que un mundo de símbolos de escritura de múltiples resulta no solo inconmensurable, es decir, científicamente insostenible en la realidad, y temen que su hijo se lance al misticismo abstracto sin posibilidad de recuperación. Rápidamente le cortan la asignación económica y Daniel termina en la ciudad de Shangai como maestro au-pair de diversas familias europeas afincadas allí dando clases particulares a sus hijos.

Aquí es donde parece que la biografía de Daniel se bifurca, porque mientras esto ocurre llegan noticias de Daniel en París como ayudante y secretario de diversos escritores argentinos afincados allí, entre los que cabe destacar principalmente a Cortázar. Algunos estudiosos aseguran que la primera frase de la novela Rayuela es obra suya por dos razones: porque no concuerda con el estilo del resto del relato y porque el propio Cortázar se lo había revelado a su editor después de confesarle sus problemas tanto para escribir esa complicada primera frase como para darle el título, que Daniel había sugerido que fuera «Mandala» pero que a Cortázar le pareció demasiado pretencioso.

De la polémica de Daniel Tubau con Cortázar acerca de la autoría de algunos pasajes no vamos a hablar porque ya bastante se ha dicho en los foros literarios.

Todo ello nos obliga a suponer que por motivos meramente funcionales y administrativos, Daniel regresa a Europa dejando en Shanghai a otra persona que le relevara en sus funciones, o bien pudo a través de alguna mecánica que aún desconocemos, pues internet no estaba desarrollado, desdoblarse. Si el Daniel que estaba en París era el mismo que determinados testigos aseguraban que permanecía en Oriente sólo podemos suponer esto ya que ambos datos, siendo coincidentes, no podrían ser ciertos. Y si lo son, eso compromete enormemente la capacidad de abarcar los datos.

La familia de Daniel, que había estado haciendo carrera en Argentina después de un largo periplo por Alemania e Italia, se traslada a Barcelona donde él acude. Tras el reencuentro decide afincarse en Madrid, donde trabaja para varias productoras de cine y televisión, co-realizando los guiones de películas míticas y malditas como «Carta de amor a un asesino», «Nocturno 39» o «El alienamiento». De sus trabajos en la televisión cabe destacarle aunque no conste en los anales entre muchos otros éxitos, como uno de los primeros creadores y directores del primer «Caiga Quien Caiga», donde tuve el placer de conocerle antes de que abandonara el proyecto después de haberlo creado y me ayudara a crear el personaje que interpreté.

Aprovecho para ofrecer algo más de información, hasta ahora privada, acerca de algunas de las cosas que cuenta Tonino con la prudencia e ingenio que le caracterizan.

  1. Recuerdos de China
Atardecer en el pabellón del Jardín Yu de Shangai, junto al presidente de la República Popular China Liu Shaoqi.

En mi expresión se puede percibir claramente que yo estaba preocupado por la situación de Liu, quien pronto sería víctima de la cruel venganza de Mao Zedong, que le acabaría enviando a prisión, donde sufrió torturas y malos tratos hasta su muerte.

En una reciente visita a Beijing (Pekín), en la que aproveche para visitar a algunos de mis antiguos alumnos, que ahora viven en la capital.

Mi alumno Zhou Xiao me fotografió poco antes de despedirnos.

 

2. Mandala y Rayuela

Fragmento de una biografía de Cortazar en la que se explica, como dice Tonino, que efectivamente Rayuela se iba a llamar Mandala:

«En ese mismo año aparece lo que sería su mayor éxito editorial y le valdría el reconocimiento de ser parte del boom latinoamericano Rayuela, la que se convirtió en un clásico de la literatura argentina. Según declaró en una carta a Manuel Antín en agosto de 1964, ese no iba a ser el nombre de su novela sino Mandala: «De golpe comprendí que no hay derecho a exigirle a los lectores que conozcan el esoterismo búdico o tibetano»; pero no estaba arrepentido por el cambio».

Facilito también aquí un enlace a la página que he dedicado a la época Tang de China, en la que intenté recuperar esa temprana pasión mía a la que alude Tonino: «La época Tang». Acerca de la semiótica, se puede consultar mi cuaderno digital Signos.

 

3. El primer párrafo de Rayuela

Cortazar preocupado tras una charla un poco tensa que mantuvimos

Este es el comienzo de Rayuela, que, según Tonino, escribí yo:

¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua. Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico.

 

4. Relación con Cortazar

En cuanto a mi relación con Julio Cortazar, diré tan sólo que es incierto que yo fuera el autor de la primera frase de Rayuela. Acerca de otras cuestiones, como suele decirse en temas comprometidos: «No comment».

tubau-gato

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Se ha llegado a afirmar (y no soy yo quién para confirmarlo o desmentirlo) que el gato que sostiene Cortazar es el mismo con el que aparezco yo en una vieja fotografía, que tal vez fue tomada, añaden, en la casa de Cortazar en París. El gato, aseguran con cierta maldad, parece sentirse incómodo conmigo. Mi memoria, sin embargo, no es capaz de situar dónde fue tomada mi fotografía, pero casi con toda certeza no fue en París.

De las películas que menciona Tonino,  sí espero ofrecer con el tiempo algún fragmento recuperado.

 

 

4. De nuevo la filofísica

Y, para terminar, el capítulo 68 de Rayuela, en el que se puede detectar la influencia de las teorías de mi padre acerca del peso atómico de las palabras, la filofísica. En este fragmento, por cierto, se menciona la editorial en la que he publicado  Recuerdos de la era analógica (Evohe), confirmando que, como se dice en el primer párrafo de Rayuela, nada sucede por causalidad:

«Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente su orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, las esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé!»

 

 

5. Cambiante

Es cierto lo que dice Tonino acerca de mi afición a escaparme de diversos lugares. La razón fundamental, supongo, es que me aburren los hábitos, y que también me aburro de mí mismo haciendo la misma cosa mucho tiempo.  Uno siente que acaba repitiendo las mismas cosas y recurriendo a fórmulas manidas.

Es por eso que cambio también el nombre de esta página cada dos o tres meses: se trata de una fobia que contraje en la adolescencia a ser etiquetado. Creo que el asunto lo explico más o menos bien en el ensayo El problema de la identidad, que publicaré pronto.

[2020: el libro se publicó hace años con el título Nada es lo que es, y pronto se publicará otra vez en una nueva edición. Desde hace un tiempo no cambio el nombre de la página, que se ha quedado con el título Diletante.]


Esta presentación de Recuerdos de la era analógica tuvo lugar el día 15 de enero de 2010 en la Casa del Libro de Valencia, con Antonio Penadés, Daniel Tubau y Antonio López Guitián Tonino.


Vida de Daniel Tubau contada por Tonino

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