Waste Web, aforismos y breves
Siempre he sentido una mezcla de atracción y rechazo hacia los aforismos. Por un lado, admiro las breves reflexiones de grandes maestros del aforismo, la greguería, la reflexión breve y el chiste certero, como Lichtenberg, Noel Clarasó, Ambrose Bierce, Oscar Wilde, Ramón Gómez de la Serna, Jonathan Swift, El Roto, Laozi y Zhuangzi, Baltasar Gracián Nietzsche y tantos otros.
Pero también siento un rechazo inevitable cuando veo que esos aforismos se usan como lemas, ucasés, pancartas, frases para hacer callar al oponente o para simplificar y no examinar con detenimiento una cuestión compleja. Cuando las frases estupendas empieza a dominar un debate, ya sea político, artístico o ético, empiezo a sentir que en breve va a perderse la necesaria reflexión sosegada, el análisis certero, porque todo el mundo se va a conformar con fórmulas fáciles.
A pesar de lo anterior, he escrito de vez en cuando aforismos y reflexiones breves, aunque pocas veces de manera metódica. Hace unos años empecé un cuaderno electrónico llamado Waste Web, en el que escribía aforismos y reflexiones cortas. Se llama así por los Waste Book de Lichtenberg, sus cuadernos borradores, aunque la expresión en inglés tiene unas connotaciones muy interesantes de “libro de cuentas” y de “tiempo perdido”.
Aunque lo intenté, me resultó muy difícil ajustarme a esa brevedad que tanto admiraba Gracián, pero que no le impidió escribir cientos de páginas en El criticón: “lo bueno si breve dos veces bueno”. Yo necesito imperiosamente el matiz, el “pero”, el “quizás”.
En ocasiones he empleado la célebre navaja de Guillermo de Occam: “No hay que multiplicar los entes sin necesidad”, pero cada vez me preocupa más ver cómo ese consejo, excelente en ciertas situaciones, se aplica a menudo de esa manera que rechazo: para simplificar lo complejo, callar al oponente, ofrecer una especie de argumento de autoridad. Se olvida el matiz de Occam, las causas o explicaciones no deben multiplicarse “sin necesidad”. A veces es necesario e imprescindible multiplicar las causas para lograr explicar algo. A todos nos gustaría que la física subtómica se pudiera reducir a tres o cuatro partículas que se combina, pero, al menos por el momento, los resultados nos obligan a contar con una fauna cuántica de decenas de criaturas con todo tipo de sabores y características: quarks arriba, abajo, fondo, cima, encanto y extraño, neutrinos, muones, tau, gluones, etcétera.
En mi primer día en la facultad de filosofía una alumna de segundo año me repitió otro de los más célebres callabocas (junto a la navaja de Occam) de las últimas décadas: “De lo que no se puede hablar, mejor es callarse”, la frase con la que Wittgenstein cierra su Tractatus Logico-Philosophicus y que se emplea como arma arrojadiza contra cualquiera que se atreva a internarse en terrenos que se consideran vedados al entendimiento humano.
Así que, aunque aprecio la frase acerada y acertada del el aforismo preciso e iluminador, también temo su poder de simplificación y sólo me permito emplearlos en ciertas ocasiones, aunque nunca con la intención de establecer dogmas de a 140 caracteres, una tentación que ahora nos ofrece Twiter y la supuesta o real pereza de los lectores que navegan por la red.
Pero aquí, en Waste Web, me permitiré de vez en cuando algún que otro aforismo, junto a reflexiones sueltas un poco más extensas. Supongo.
[Publicado por primera vez el 5 de octubre de 2004]
Waste Web: aforismos
Las conversaciones son el equivalente humano de la ceremonia de despiojarse de los chimpancés nos quitamos unos a otros las palabras que nos sobran.
En ciertas ocasiones, la mejor manera de que dos personas mantengan una buena relación es que no se relacionen.
Nos gustan tanto las explicaciones que cualquier barbaridad nos parece menos terrible si nos dan una explicación folclórica, política, etnológica, psicológica, geoestratégica o mitológica.