Viena, la ciudad museo

Es cierto, como decía Benrhard, que Viena tiene un cierto aire de museo, tal vez debido a su limpieza, mientras que en Budapest edificios que se reformaron al mismo tiempo que los vieneses han adquirido en pocas décadas el aspecto de antiguas construcciones.

Bernhard no sólo se quejaba del aspecto de Viena, sino también de su espíritu. No sé si las cosas han cambiado mucho desde que Bernhard se suicidó, pero me parece que Viena es una ciudad bastante más viva de lo que sus palabras me hicieron suponer. Con Ana y Bibi pasé allí unos días deliciosos y, gracias a unas bicicletas que alquilamos, descubrimos que la ciudad está muy lejos de ser ese museo del que se habla.

Goethe- Viena
Con Goethe en Viena

 

Hay que admitir que algunos lugares, como el Café Central, son excesivamente formales y a veces casi parece que estás en una exposición, en vez de uno de esos locales que aparecen en las novelas de Zweig y Schnitzler.

De todos modos, en la opinión despectiva de Bernhard quizá había un fondo de frustración, que sería similar al de aquellos españoles que se dolían continuamente de España porque echaban de menos la grandeza perdida. Es obvio que Viena ya no es lo que fue, porque ya no es sede de un imperio, pero tal vez esa es la pequeña desventaja de un cambio en definitiva beneficioso. Como dijo el antiguo canciller de Austria Bruno Kreisky: «Austria ha salido de la historia… y está muy contenta de haberlo hecho».

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[Publicado el 14 de noviembre de 2004]

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