Una regla de discusión de Juliano

Dice Juliano en Contra los galileos:

“Como es mi intención tratar sobre todos los llamados dogmas fundamentales, quiero decir en primer lugar que cualquiera que desee refutarme debe, como en un tribunal, no ocuparse de nada ajeno ni, como se dice, acusar por su parte hasta que haya hecho la defensa de sus propios puntos de vista” (41E, 15).

Esta es una buena norma, que debería servir para distinguir la defensa o el ataque a una doctrina de la defensa o ataque de una doctrina porque la defiende Fulano o porque es distinta a la que defiendo yo.

Puede interesarnos demostrar que una doctrina determinada es errónea, pero ello no lleva a afirmar sin más que otra doctrina, la sostenida por el autor de la refutación, sí es correcta: para ello habrá que examinar el contenido mismo de esa doctrina, pues pudiera suceder que ambas fuesen erróneas.

Esta es una cuestión trivial desde el punto de vista de la teoría, pero su importancia está en la práctica, pues es un procedimiento demasiado común en las disputas mostrar  lo horribles que son las ideas rivales y creer, tras ello, que se ha mostrado ipso facto la bondad de la propia doctrina.

 

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[Escrito en 1994]

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