Ukiyo-e, imágenes del mundo flotante

Utamaro- Mujer con espejo
El mundo flotante o «mundo que fluye» japonés es célebre sobre todo porque es el origen del ukiyo e, las pinturas o imágenes del mundo flotante. Es decir pinturas que retratan ese mundo de los placeres, el mundo mundano, como se expresa en este hermoso texto de Asai Ryoi:

«Sólo vivimos para el instante en que admiramos el esplendor del claro de luna, la nieve, la flor del cerezo y las hojas multicolores del arce. Gozamos del día excitados por el vino, sin que nos desilusione la pobreza mirándonos fijamente a los ojos. Nos dejamos llevar, como una calabaza arrastrada por la corriente del río, sin perder el ánimo ni por un instante. Esto es lo que se llama el mundo que fluye, el mundo pasajero».

(Narraciones sobre el mundo de las diversiones, 1661)

Al pintor Kitagawa Utamaro le gustaba repetir en sus dibujos un tema, el de la mujer que se mira en el espejo de espaldas, de tal modo que vemos su rostro en el reflejo, aunque en ocasiones podemos ver al mismo tiempo el rostro de frente y también su reflejo.

Utamaro parecía muy interesado en las duplicaciones, los reflejos, los rostros y cuerpos vistos al trasluz, detrás de cortinas, adivinados en las sombras de una estancia que apenas vemos. No creo que ese interés se deba a algún tipo de pudor o recato, puesto que Utamaro es célebre por sus estampas pornográficas tremendamente explícitas, pero me pregunto si hay una intención de mostrar lo pasajero, efímero e ilusorio del mundo flotante en elementos huidizos como las sombras, los reflejos en el agua o en un espejo, las trasparencias tras las que se oculta la realidad. Una realidad que es tan efímera como esos reflejos.

Hombre y mujer hacen el amor a través de una cortina.

Si caracterizamos las teorías estéticas en función de la relación que establecen entre el arte y la realidad, podemos hablar de la teoría mimética de Aristóteles («El arte debe imitar la vida»), de la teoría mimética inversa de Oscar Wilde («La vida imita al arte») o de la teoría arquetípica o idealista de Platón: «El arte debe imitar las esencias, las Formas o Arquetipos», es decir, las Ideas que habitan en el Mundo de las Ideas.

 

La Casa de Té Nakadaya

Desde el punto de vista de Platón, que el arte imite a la vida no tiene ningún sentido, porque la vida que percibimos, la realidad terrestre, es sólo un reflejo de las Ideas. Imitar ese reflejo es construir el reflejo de un reflejo.  Desde este punto de vista, los reflejos en un espejo, en el agua, las sombras, son un reflejo de un reflejo de un reflejo. En ese rostro de mujer que se refleja en la superficie del espejo asistimos, en consecuencia, al menos en opinión de Platón, a un cuarto escalón de realidad: una copia (la pintura de Utamaro) de una copia (la imagen en el espejo) de una copia (la realidad terrenal: el rostro de la mujer) de la verdadera realidad de las Formas Inmutables.

Supongo que se ha escrito mucho acerca de las similitudes entre el platonismo estético y el mundo que fluye del ukiyo-e, aunque yo no he leído nada al respecto.

Mujer con espejo, probablemente pintándose los dientes de color negro.

 

Cormorán pescando en el río. En este caso, a través del agua vemos parte del cuerpo del pájaro y a los peces.

 

En el río
el cormorán nada
lavado por las olas;
pronto él también
se habrá hundido en rumores.

Törai Sammi

 

 


En Apuntes del mundo flotante hablé de ukiyo, el mundo flotante, que fue también el nombre de uno de mis weblogs, Mundo flotante.

La traducción del poema de Törai Sammi es de Eduardo Mileo.

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CUADERNO DE JAPÓN

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