Shakespeare y la imperfección
Debo admitir que yo disfruto más con los pequeños espectáculos imperfectos que con las grandes y virtuosas coreografías en las que no consigo ver a la persona que se ha vestido de artista.
También suelen gustarme las películas imperfectas o que al menos lo parecen.
Shakespeare es imperfecto siempre o casi siempre y durante muchos años sus comentadores se han han asombrado al descubrirlo. No han podido ocultar la imperfeccion de Shakespeare y sin embargo, ellos y nosotros, casi todos nosotros, consideramos que Shakespeare es el más grande.
La explicacion de esta aparente paradoja tal vez sea sencilla y algunos la han intuido, al menos desde que Samuel Johnson escribiera su célebre Prefacio a Shakespeare: la grandeza y la imperfección no sólo no son cosas opuestas, sino que se alimentan la una a la otra.
Cuando preparamos una lista con nuestras canciones favoritas, nos sorprende descubrir, al escucharla, que la suma de tanta belleza no iguala a lo que cada canción suponía por separado. Parecería que por una vez que el todo es menor que sus partes. ¿Cómo es posible? La razón tal vez sea que las cosas nos aburren cuando son iguales. Si cuentas siempre lo mismo y de la misma manera el espectador o el lector se aburrirá, pero eso sucederá tanto si lo que cuentas es muy lento como si es extraordinariamente movido. Mucha belleza junta acaba por resultar monótona.
Cuando todo permanece igual acaba cansando porque el cerebro necesita novedad, al menos un cerebro sano, y si las cosas no cambian, el cerebro acaba acostumbrándose a todo y busca cosas nuevas, a menudo fuera de la narración. Pero si todo cambia constantemente, el cerebro también acaba aburriéndose de la monotonía del cambio continuo. Se puede ser plano, monótono, tedioso y repetitivo por abajo, pero también por arriba.
No se puede pensar que tantas imperfecciones en la obra de Shakespeare sean calculadas, pero tampoco se pueden atribuir sólo a la inconsciencia o la torpeza. Creo que, como todo artista, Shakespeare intentaba hacer las cosas bien, pero que no se obsesionaba más allá de lo razonable en hacer las cosas bien. Seguramente prefería hacerlas, aunque fuera mal, que no hacerlas.
La imperfeccion, sencillamente, no tiene por qué buscarse: sobreviene inevitablemente.
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[Este texto es un fragmento de la entrada Defensa perfecta de la imperfección, publicada en el blog Seingalt]
IMPERFECCIÓN
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