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Sabios ignorantes y felices, de Daniel Tubau
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¿Qué es lo que nos conserva?

Descartes da en Principios de la filosofía argumentos en favor de la existencia de Dios.

«Del hecho de que seamos ahora, no se sigue que debamos seguir siendo también en el momento siguiente, a menos que alguna causa, a saber, la misma que nos produjo al principio, nos reproduzca continuamente, esto es, a menos que nos conserve» (Punto 21).

En el margen del libro apunté que no parece tan asombrosa la conservación o inmortalidad de las piedras.

Descartes aquí, primero da por sentado que somos inmortales -lo que ya es mucho suponer-; después señala lo asombroso de este hecho.

Pero ni es evidente que seamos inmortales, ni resulta tan asombrosa una inmortalidad semejante aplicada a las piedras. Tampoco parece necesario un poder tan tremendo como Dios para que las piedras existan.

En cuanto a que Dios es la causa que nos conserva, sin caer en la simpleza, yo diría que debemos atribuir mayor mérito en lo que respecta a nuestra conservación a la comida que a Dios. Si dejamos de comer durante cien días, difícilmente nos «conservaremos».

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Dios alimentándose

Quizá nuestra mente sí se conserva pese a la desaparición de nuestro cuerpo, pero, que yo sepa, no hay ningún testimonio mínimamente fiable de una mente incorpórea que se haya conservado tras una dieta de aire de cien días. Al menos las mentes que habitamos en cuerpos no hemos tenido tan agradable revelación por parte de una mente que no habite en un cuerpo, o por parte de una alma que habitó un cuerpo en su día.


 

Descartes

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