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Sabios ignorantes y felices, de Daniel Tubau
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. Punto

PUNTO.

Esto es un punto.

No lo es.

Es sólo una mancha de tinta o un destello de fósforo en la pantalla de un ordenador.

Yo no puedo crear un punto.

Dependo de ti para que el punto exista. Todas estas letras no existen. Sólo existen porque existes tú. Son como el árbol de Berkeley, y tú eres Dios.

Si nadie lo mira, este weblog no existe.

Date la vuelta.

¿Lo has hecho?

Cierra los ojos.

El weblog desapareció.

Tú lo has vuelto a crear al mirar de nuevo.

Pero el weblog no está en la pantalla del ordenador, ni en las líneas telefónicas, ni siquiera en ese papel que tal vez hayas impreso para duplicar, en vano, su existencia inexistente.

Sólo existe en ti.

Dentro de tu cerebro en el momento en que lo miras.

Todo el sentido del universo es sólo software. Y el software no existe.

El hardware tampoco existe para el conocimiento.

Los modernos físicos cuánticos nos dicen que el observador modifica lo observado.

¿Y quién observa al observador?

El observador se observa a sí mismo y a sí mismo se crea a través de su propia observación.

Si no observara, tampoco existiría.

El observador sólo existe en tanto que observa.

Tú sólo existes cuando observas.

Si no observas, si no percibes, eres sólo vacío.

Pero puedes existir si observas que no observas, si percibes que no percibes. En tu tatami zen observando el vacío sigues existiendo.

La observación te crea.

Existes porque existe este punto.


Comentarios en 2017. La historia de Punto: al revisar un antiguo blog llamado Monadolog, me encontré una entrada llamada «Punto», escrita el 28 de febrero de 2005. Allí decía lo siguiente:

«Tengo por la red algunas páginas y weblogs aparte de este que ahora lees. Algunos son semisecretos y otras tan secretos que ni yo sé dónde están.

Algunos son weblogs heterónimos, como los poetas paralelos de Pessoa. Al revisar una vieja libreta me he encontrado con un texto que me ha recordado una página web de la que no me habría acordado nunca si no hubiese sido por esta casualidad. En esa página web sólo hay una cosa que se llama PUNTO.

Tenía otras cosas pensadas, pero como hace al menos un año que me olvidé del asunto, hago pública ahora esa web, que se llamaba Seingalt (pero que no hay que confundir con el Diario Secreto de Seingalt), porque la verdad es que ni siquiera sé cómo entrar en ella para modificarla».

A continuación, facilitaba un enlace a esa web, alojada en Wanadoo. Lo curioso es que el enlace todavía funciona, pero ya no puedo acceder al blog de wanadoo ni al correo, que supongo ha desaparecido para siempre. Este es el enlace: Seingalt Punto

La verdad es que me había olvidado por completo del enlace, de la página y del texto, que no sé con qué intención escribí ni cómo clasificarlo: ficción, ensayo o ensayo ficción.

Eso sí, tiene cierta relación con mi historieta La eternidad en 24 horas. Y también con ¿Qué hace falta para que exista algo?


Metafísica
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