Piratas y disfraces

||| El Duelo, 10


10. Piratas y disfraces

—Entrad -dijo Frederick desde dentro de la habitación.

—Mentiría si dijera que vuestro disfraz me parece original -dijo el barón tras examinar la indumentaria de Frederick-, pero he de admitir que resultáis un pirata en extremo elegante.

—Utilicé como modelo a Bartolomé Roberts -explicó Frederick-, que vestía como ya ahora: chaqueta y calzón de damasco, una pluma roja en el sombrero, una cadena de oro que caía sobre su pecho, y dos pistolas sujetas a dos cabestrillos de seda parecidos a los que aquí veis -dijo, señalando dos cabestrillos de seda turquesa que colgaban de sus hombros-; sólo he suprimido una gran cruz de diamantes que él había añadido a la cadena. En cuanto a la falta de originalidad -prosiguió Frederick-, es buscada. Pretendo pasar inadvertido y ¿qué mejor modo que vestir de la misma manera que lo harán gran parte de los invitados?. Considero, de todos modos, inadecuado que vos me acuséis de repetitivo, pues vestirse de árabe tampoco denota mucho ingenio.

—Habéis elegido -dijo el barón sin prestar atención a la observación de Frederick- un opuesto: Roberts era un hombre muy religioso, que quiso educar a sus hombres, sin conseguirlo, en la moral cristiana. ¿Por qué no escogisteis a Misson?

—No lo conozco -confesó Frederick.

—Era, como vos mismo, un idealista -explicó el barón-, se estableció con sus seguidores en una isla y fundó la república de Libertalia, donde aplicó muchas de las ideas que vos propugnáis con tanto ardor. Convocó elecciones y creó un Parlamento donde no había diferencias entre negros y blancos. Aquel desdichado pirata, que no pasará a la historia, consiguió lo que en Francia es sólo una utopía que dudo llegue a realizarse.

—¿Por qué le llamáis desdichado? -preguntó Frederick, que aún se admiraba de todo cuanto acababa de escuchar.

—Él y su sueño murieron a manos de una tribu de aborígenes, según nos relata Johnson.

—!Triste final para un hombre extraordinario! -exclamó Frederick.

—Os doy la razón -dijo el barón-. De ahora en adelante, no olvidéis de qué modo acaban los sueños de los hombres.

Continuará


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Sobre El Duelo

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