Pierre Menard, autor de Ficciones

En El Mahabharata y otras obras del tiempo mostré cómo el Tiempo escribe sus propios libros. Sin embargo, el ejemplo más notable de la escritura del tiempo es el menardismo.

Aunque Pierre Menard es bastante conocido, creo que pocos estarán familiarizados con su aportación al arte moderno, así que me permitiré copiar un artículo de la Enciclopedia abreviada del arte paralelo, que he encontrado en el Museo de los Mundos Posibles:

 “El menardismo, o la técnica del anacronismo deliberado, es una teoría estética que nació en la literatura. El nombre procede del escritor francés Pierre Menard (1872-1939), quien a inicios del siglo XX se propuso escribir de nuevo el Quijote que escribiera Cervantes en el siglo XVII”.

Borges, amigo de Menard
Borges, amigo de Menard

El Quijote de Menard nunca fue publicado y tan sólo tenemos constancia de su existencia gracias al artículo que en 1939 escribió Jorge Luis Borges: «Pierre Menard, autor del Quijote». El artículo fue publicado en Ficciones, lo que sin duda explica que muchos lectores creyeran que se trataba de un cuento, en vez de un ensayo semiautobiográfico.

Menard y Borges fueron grandes amigos. Ambos compartían pasiones como el ajedrez y las calles de Ginebra, sostenían largas discusiones literarias, admiraban a Paul Valéry y Edgard Allan Poe y recorrían el París «múltiple y repetido de los libros y las citas».

Mantuvieron una relación epistolar intensa entre 1914 y 1918, precisamente en el momento en que Menard trabajaba en su Quijote. Cuando Menard murió, Borges intentó reconstruir la obra de su amigo, pero no lo logró.

Borges asegura que Menard rechazaba la vanidad y que sólo publicó algunos textos en vida, como un soneto simbolista, que apareció en la revista La conque (1889), o «Les problèmes d’un problème», donde discute diversas soluciones a la paradoja de Aquiles y la tortuga.

En cualquier caso, la obra más importante de Menard es su Don Quijote de La Mancha, que escribió entre 1913 y 1918, y que quedó inconcluso.

Menard, en efecto, sólo logró terminar el capítulo noveno, el trigésimo octavo y un fragmento del capítulo veintidós de la primera parte del Quijote.

En el artículo de la Enciclopedia Paralela se comparan dos fragmentos de Menard y Cervantes:

«Cuando yo oí decir Dulcinea del Toboso, quedé atónito y suspenso, porque luego se me representó que aquellos cartapacios contenían la historia de Don Quijote. Con esta imaginación le di priesa que leyese el principio; y haciéndolo así, volviendo de improviso el arábigo en castellano, dijo que decía:Historia de Don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo.»

(Fragmento del capítulo IX del Quijote de Pierre Menard)

 

«Cuando yo oí decir Dulcinea del Toboso, quedé atónito y suspenso, porque luego se me representó que aquellos cartapacios contenían la historia de Don Quijote. Con esta imaginación le di priesa que leyese el principio; y haciéndolo así, volviendo de improviso el arábigo en castellano, dijo que decía:Historia de Don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo.»

(Fragmento del capítulo IX del Quijote de Cervantes)

A pesar de las innegables semejanzas entre los dos fragmentos, Borges señala: “el texto de Cervantes y el de Menard son verbalmente idénticos», pero el segundo es «casi infinitamente más rico.»

En efecto, basta comparar con atención los dos fragmentos para darse cuenta de las diferencias. La más notable es que Cervantes menciona a Cide Hamete Benengeli como el verdadero autor del Quijote: el original de las aventuras del ingenioso caballero, ni siquiera estaba escrito en castellano, sino en árabe. En definitiva, el Quijote de Cervantes, espejo y modelo de la lengua española, no sería sino una traducción.

Por el contrario, la mención a Cide Hamete Benengeli que hace Menard tiene una intención más compleja: rechaza la atribución universal que durante más de tres siglos se hizo de Cervantes como autor único de esa obra clásica llamada el Quijote; reivindica al autor ahora olvidado (Cide Hamete Benengeli), y sitúa su propio Quijote en un contexto más rico que el de la obra de Cervantes:

 «No en vano han transcurrido trescientos años, cargados de complejísimos hechos. Entre ellos, para mencionar uno solo: el mismo Quijote.”

En opinión de Borges, el fragmentario Quijote de Menard es más sutil que el de Cervantes. En primer lugar, por la elección del escenario:

«Cervantes, de un modo burdo, opone a las ficciones caballerescas la pobre realidad provinciana de su país; Menard elige como “realidad” la tierra de Carmen durante el siglo de Lepanto y de Lope».

En segundo lugar, por el uso del idioma:

«También es vívido el contraste de los estilos. El estilo arcaizante de Menard —extranjero al fin— adolece de alguna afectación. No así el del precursor, que maneja con desenfado el español corriente de su época.»

El Quijote de Francisco Rico
El Quijote de Francisco Rico

En definitiva, la intención de los dos autores, Cervantes y Menard, es distinta, del mismo modo que lo es la percepción de los lectores de una y otra época. Cada momento histórico otorga un significado diferente a una obra, ya sea el Mahabharata o La República de Platón. No siempre se ha leído a los griegos de la misma manera, como explica Herbert Frey:

«Winckelmann acuñó la frase de la noble sencillez y la grandeza serena» que por muchas décadas definió la imagen que se tenía en Alemania del periodo clásico griego. En las ficciones de los neohumanistas, Grecia se convirtió en el centro donde tenían carta de ciudadanía la belleza, la valentía y la sabiduría.»

Esa imagen armoniosa se resquebrajó cuando Nietzsche mostró que, junto al culto a la belleza y la razón apolíneas, en la cultura griega también había un componente salvaje e irracional, que llamó “dionisiaco”. Hoy en día, la interpretación de Nietzsche también ha sido revisada, por autores como Giorgio Colli, que han mostrado que detrás de la figura del bello y luminoso Apolo se esconde un dios vengativo, colérico y cruel.  Como el propio Nietzsche dejó escrito: “Cada época tiene su Grecia”

Futurismo costumbrista de Verne
Futurismo costumbrista de Verne

Otro ejemplo de menardismo y de la autoría del Tiempo son las novelas de Zola, que en su momento fueron ejemplo de realismo. Sin embargo, ahora no podemos considerarlas realistas, porque ya no existe el mundo que intentaba describir con tanta precisión. Sus obras sólo pueden ser leídas como novela histórica: trascurren en un París y una Francia que nada tienen que ver con la realidad actual. Son un escenario casi tan fantástico como La Mancha del Quijote.

Como dice Borges en otro de sus ensayos, Cervantes imito de manera realista una obra llena de aventuras en lugares fantásticos, Orlando furioso, pero ahora el realista mundo de Don Quijote resulta casi tan extravagante como las tierras mágicas de Orlando: el tiempo ha igualado su aspecto fantástico. Lo mismo le sucede a Zola, sus novelas naturalistas ganan año tras año mayor rango fantástico, mientras que su fantasioso rival Julio Verne ha acabado resultando casi costumbrista.

Costumbrismo submarino de Verne
Costumbrismo submarino de Verne
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Mi ensayo de ciencia ficción Recuerdos de la era analógica, es un ejemplo claro de menardismo, como se explica en esta entrada:

El menardismo de Recuerdos de la era analógica

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Dagnan-noviaEn el Museo de los Mundos Posibles, una de las obras expuestas está dedicada al estilo artístico menardista: El menardismo y «La novia en el fotógrafo», de François Klein.

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