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Sabios ignorantes y felices, de Daniel Tubau
Sabios ignorantes y felices, de Daniel Tubau

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Pesadillas temporales

Una de las pesadillas más inquietantes que todos los escritores de cuentos de terror hemos empleado alguna vez, consiste en imaginar que alguien no puede escapar de un lugar.
Puede ser una casa, un cementerio, un estrecho espacio entre dos paredes, como en El tonel de amontillado, de Edgar Allan Poe.

La pesadilla inversa es la de alguien que huye sin descanso, que no permanece nunca en el mismo lugar, que está condenado a no detenerse nunca, como el Holandés Errante o como alguien al que persigue una criatura inhumana.

Estas son pesadillas que suceden en el espacio. ¿Cómo serían si las imagináramos en el tiempo?

La pesadilla del tiempo detenido, puede considerarse semejante a ese lugar del que no puedes escapar. Podría ser la de la muerte o la de la eternidad, en la que no existe ya el cambio, o al menos eso dicen los teólogos: que la eternidad está más allá del tiempo y el cambio. Siempre me ha parecido curioso que los teólogos definan a Dios como eterno y perfecto, porque eso es lo mismo que decir que está muerto. Lo perfecto no puede cambiar, porque entonces sería imperfecto.  Lo que no cambia está muerto, aunque Dios lo está incluso más de lo habitual, pues los muertos al menos se pudren, lo que es, al fin y al cabo, una manera de cambiar.

En cuanto a la pesadilla del que huye de un lugar a otro sin detenerse nunca, si la trasladamos de la dimensión espacial a la temporal, descubrimos que vivimos en ella. Es la vida misma, que nos obliga a abandonar cada instante para trasladarnos al instante siguiente, sin detenernos nunca. Porque no quedarnos allí, en 1979, en vez de seguir avanzando hacia 1980? Porque no prolongar ese día en las rocas de la isla de Formentera, junto a esa muchacha que nos pide que empujemos su hamaca? ¿Por qué avanzamos hacia el día siguiente como quien abandona un lugar agradable? ¿Por qué continuar hasta el día siguiente, cuando, al visitar el lugar, encontraremos las rocas y la hamaca, y el mar y el sol, pero no a la muchacha? ¿Por qué seguir huyendo hasta alcanzar este día de febrero de 2018 en el que tampoco permaneceré? Esta es la pesadilla de la huida sin fin hacia delante, del movimiento continuo en el tiempo, es la pesadilla de la vida, que todos vivimos despiertos.


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