Las categorías de Aristóteles, y tal vez también las de Kant, son aquello que nos permite distinguir un sujeto, una cosa o algo, de otro sujeto, de otra cosa o de otro algo. No digo que fuera esa la pretensión de Aristóteles, o la de Kant, pero sí que sus categorías nos lo permiten.
En cierto modo representan un afinamiento de la percepción, y también de la descripción y, debido a ello, pueden aumentar o disminuir a causa, y al mismo tiempo causando, el aumento de nuestro conocimiento.
Etcétera.
Cuando no podemos distinguir entre dos sujetos mediante las categorías es muy probable que nos hallemos ante el mismo sujeto, aunque podemos descubrir posteriormente que no es así.
2018: se supone que la anterior es una anotación de 1990 y que pretendía desarrollar el asunto, algo que no sé si llegué a hacer.
Es decir, algo así como no abordar las categorías de Aristóteles de la manera habitual, como diez maneras de predicar algo de un sujeto, o como diez definiciones ontológicas o metafísicas (como modos del ser), sino desde el punto de vista de la distinción que podemos hacer los observadores cuando examinamos cualquier cosa u objeto.
Es decir, si vemos un objeto, debemos atender a su situación en el espacio («está aquí, allí, a mi izquierda, a mi derecha»), o en el tiempo («estaba ayer, estará mañana»), o la cantidad («es una manzana, o dos manzanas…»), etcétera.
Es un planteamiento que puede ser interesante para evitar caer en la pura epistemología o la lingüística o en la pura ontología o metafísica, y adoptar un punto de vista más sencillo y más pragmático.
2019: Dicho de otra manera, sea cual sea el estatus ontológico u óntico o epistemológico de un objeto, y sea cierto o no que es una apariencia o una realidad, si podemos percibir características relacionadas con su cantidad, su forma, su posición en el espacio, etcétera, eso nos permite bastantes cosas, una de ellas sostener toda la ciencia moderna, con todos sus avances increíbles.
Aristóteles
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