La muerte del autor

autormedievalUna constante de la nueva cultura alternativa es la insistencia en la muerte del autor. Tengo la intención de escribir un texto más extenso acerca del asunto, que titularé: “Un retorno a la Edad Media: la muerte del autor”, porque en la Edad Media tampoco gustaban los autores: los únicos autores que firmaban sus obras eran Dios y el Rey, y las obras de arte se hacían a mayor gloria de Dios. De hecho, la llegada del cristianismo supuso que el concepto de creación sólo pudiera ser aplicado con pleno derecho a Dios.

La verdad es que toda la polémica en torno a los artistas y creadores me resulta aburrida. No me interesa dictaminar si ha de considerarse a éste o a aquél como artista o como genio.

Personalmente, no creo en la teoría del genio, pero también observo que quienes proclaman que todos somos artistas no dejan de aparecer en los periódicos y en los catálogos de las exposiciones en tanto que ‘artistas’, lo que también les permite obtener todo tipo de beneficios, algo que no esta al alcance, obviamente, de esos artistas anónimos.

Por lo general, quienes se desviven  porque todo el mundo se exprese y participe en la obra común, después no dejan espacio a nadie. Debord decía que los situacionistas, no estaban allí para hablar, sino para que hablaran los demás, para que participaran todos, pero después se dedicaba a expulsar uno a uno a todos los que no estaban de acuerdo con él, hasta que se quedó solo en la Internacional Situacionista. Supongo que cuando ya no quedó nadie más al fin hubo quorum y se acabaron las polémicas. Algo parecido le sucedió a Antonin Artaud con los surrealistas. En esta misma línea, Mao Zedong ídolo del archienemigo de Debord (Jean Paul Sartre), dijo:

“Nos hemos equivocado: que se abran todas las flores, queremos escuchar a todos los que no están de acuerdo, a todos los que no opinan como el Gran Timonel, a los que tienen otra opinión acerca de la revolución”.

Se abrieron las flores, opinaron a todos… y a todos los que no pensaban como él los liquidó.

Lars Von Triers también funda escuelas y capillas dogmáticas y habla de la muerte del director (sinónimo para él de autor), que, sin embargo, demuestra estar más vivo que nunca, al menos en su caso, donde es imposible no darse cuenta de que él, el director, está detrás de todo lo que vemos en la pantalla, en todo momento.

La muerte del autor también tiene que ver con la muerte de los derechos de autor, el copyright y cosas semejantes. No está del todo claro, sin embargo, que la desaparición de los derechos de autor vaya a beneficiar a los usuarios y a los creadores, sino que su utilidad mayor parece estar relacionada con las grandes empresas. Si los autores de música o de ficción televisiva, por ejemplo, no cobran derechos, ello no revierte en el usuario, sino en las empresas, que ganan millones sin pagar a nadie: en vez de repartir parte del dinero con los autores, se lo quedan todo. Yo puedo hacer una página web, a la que subo miles (y no digo “miles” metafóricamente) de contenidos gratuitos porque tengo otros trabajos que me dejan tiempo suficiente, pero si quisiera dedicarme tan sólo a escribir en la red, me temo que tendría que obtener algún beneficio económico por ello. ¿De qué otra manera podría hacerlo?

Ya sé que aquí presento el asunto de manera muy esquemática, pero me da la impresión de que a veces la muerte del autor es una propuesta que sólo está al alcance de quienes tienen garantizadas sus fuentes de subsistencia por otro lado. Si alguien trabaja en una empresa que hace DVDs interactivos y sólo obtiene un 1% de los beneficios, como les sucede a muchos autores, más bien parece que habría que hablar de resucitar al autor, no de matarlo.

Una cosa es no creer en el mito del artista, del autor o del genio, y otra cosa pensar que alguien que fabrica sillas debe cobrar por su trabajo pero que alguien que escribe libros ha de hacerlo “por amor al arte”, y dejar que las empresas (las editoriales, las distribuidoras, las librerías) se lleven todos los beneficios, o que los usuarios disfruten gratis de algo que quizá le ha llevado meses de esfuerzo llevar a cabo.

Creyendo ser anti-elitistas, muchos de los que hablan de la muerte del autor acaban siendo más elitistas: sólo serán autores los que tengan la subsistencia garantizada por herencia, chollo, chanchullo o lotería. Estoy a favor de la difusión máxima de la cultura, lo que a menudo implica el uso de la piratería, pero hay que considerar también la diferencia entre reducir la cuenta de beneficios de Microsoft en unos cuantos millones (al piratear sus productos) y proponer que los autores del futuro dejen de cobrar por su trabajo. No es lo mismo.

No sé, sinceramente, cuál es la solución, tal vez algo parecido al Xanadú de Ted Nelson. Sospecho que lo iremos descubriendo poco a poco.

 

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Este texto es un fragmento de un texto llamado «11 tópicos de la nueva cultura», que escribí en abril de 2004 y que tenía una intención polémica. Eso hace que los argumentos a veces resulten simplistas. Al revisarlo, he intentado suavizar esas aristas del ardor polémico, pero no sé si lo he logrado del todo, pues ello me obligaría a cambiarlo tanto que sería más una reescritura que una revisión.


 

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