La infidelidad del guionista

En todos mis libros, aunque traten de temas muy diferentes, existen muchos nexos, como supongo que le pasa a cualquier escritor que no se limita a repetir lo que ha leído en otra parte. La mayoría de estos nexos son secretos, subterráneos, y algunos solo parecen evidentes para quien lo ha escrito, es decir, para mí. Muchas de estas conexiones surgen de forma espontánea, pero reconozco que también me gusta conectar a propósito textos diferentes, de tal manera que todos ellos acaban por ser  una especie de hipertexto lleno de relaciones múltiples.

Si algún día perdiera de repente el recuerdo de los días vividos pero todavía conservara la capacidad de añadir nuevos recuerdos, entonces, mediante la lectura de esos libros podría reconstruir o al menos entender al hombre que fui. Supongo que esos libros, incluso los que menos parecen tener que ver con mi biografía, contribuyen a trazar ese retrato del que hablaba Borges, que va quedando en las páginas que escribimos a lo largo de la vida. Aunque, ¿quién sabe?, tal vez sea también un retrato distorsionado.

En ocasiones, en un escrito desarrollo o amplío una idea que en otro lugar he mencionado de pasada; otras veces repito la misma historia en diferentes lugares aunque con distinto propósito. Pero siempre que recurro a un mismo ejemplo o historia intento reescribirla, ampliarla, reducirla, matizarla, buscar una nueva manera de ver el asunto.

La pereza me lleva en algunas ocasiones a citarme, o quizá aplico aquello que parecía pensar Shakespeare cuando plagiaba: «Si Montaigne lo ha dicho de manera insuperable, ¿para qué voy a decirlo de otra manera?».

Una de las cosas que más repito es la admiración que siento hacia el astrónomo Johannes Kepler y su método de descubrimiento, que me he prohibido volver a contar en nuevos libros, aunque no estoy seguro de si lograré contenerme. Otro tema recurrente, casi un juego o manía parecida a aquella de Berlanga de hacer que en todas sus películas se pronunciara la palabra «austrohúngaro», consiste en mencionar de alguna manera La epopeya de Gilgamesh, el poema mesopotámico que es también la primera novela de la humanidad y en el que se contiene casi todo lo que se ha dicho después.

Pienso, por otra parte, que en Recuerdos de la era analógica están contenidos de una manera u otra no sólo casi todos los libros que he escrito, sino también los que todavía no he escrito. Algunos de esos libros futuros (ahora, cuando releo esto en 2017) ya los he escrito o los estoy escribiendo.

En ocasiones también introduzco referencias cruzadas entre mis libros en los títulos de los capítulos o los apartados, que siempre intento que sean muy informativos, pero que también escondan casi siempre algún tipo de juego. He dedicado un apartado a estos pequeños bombones ocultos, o huevos de Pascua, en No tan elemental.

Aquí voy a comentar tan solo una de esas referencias cruzadas entre libros, que se encuentra en la página 311 de Las paradojas del guionista:

Como se ve, el apartado que comienza al final de la página tiene el título de otro libro mío: Elogio de la infidelidad.

Primera edición de Elogio de la infidelidad en la editorial Evohé, en 2011

Lo curioso, sin embargo, es que el Elogio lo publiqué en 2011 y Las paradojas en 2006, es decir, que cité un libro que todavía no había escrito. Se podría pensar que ese apartado hizo que se me ocurriera escribir ese libro futuro, pero no fue eso lo que sucedió. En realidad, el Elogio de la infidelidad ya existía cuando lo cite, aunque era un poco más ligero, más breve que el libro publicado. En efecto, a los dieciséis años escribí un breve artículo de apenas tres o cuatro páginas, que titulé «Sobre el sexo y su relación con la infidelidad» en el que combatía la idea de fidelidad. Por eso, en mi libro Elogio de la infidelidad reproduje un breve pasaje de aquel texto de adolescencia, aunque no revelé que yo mismo era el autor.

Segunda edición y reimpresión de Elogio de la infidelidad en la editorial Ningún mañana, en 2019

Otra infidelidad más

Pues bien, aunque pertenezca a otro libro, ese capítulo de Las paradojas del guionista llamado «Elogio de la infidelidad» podría incluirse en Elogio de la Infidelidad para mostrar otro aspecto en el que la infidelidad también es muy recomendable, además de en el sexo, la amistad, el amor o la política. Me refiero a la infidelidad del guionista, que es algo que en mis clases de guión siempre recomiendo a mis alumnos: «Debéis ser infieles… a vuestro guión».

Para entender por qué dije eso, copio aquí íntegro ese elogio de la infidelidad publicado en Las paradojas del guionista:

«Entre las dificultades para corregir un guión, una de ellas es la excesiva fidelidad a las ideas iniciales. El guionista quiere mantenerse fiel al proyecto original y le cuesta mucho deshacerse de él y adoptar nuevas soluciones. Pero es casi inevitable que un guión terminado no tenga casi nada que ver con la idea inicial. En primer lugar, porque, como ya se dijo antes, la idea inicial es sólo una abstracción. Los primeros en rebelarse suelen ser los personajes. Hemos visto que a Hitchcock no le gustaba desarrollar los caracteres de los personajes por razones de defensa propia: acababan rebelándose contra él y se negaban a hacer lo que él les había preparado en la trama. También los novelistas y los guionistas se quejan de que los personajes se rebelan, aunque hay quien piensa, como Javier Marías, que si un autor no es capaz de controlar el carácter de sus personajes es que es él quien no tiene carácter. Pero otros, como Ibsen, creen que es necesario acercarse a los personajes como a unos desconocidos:

Cuando me dispongo por primera vez a elaborar mi material, me siento como si tuviera que conocer a mis personajes en un viaje en tren. El primer encuentro ya ha tenido lugar y hemos charlado de esto y aquello. Cuando vuelvo a escribirlo, ya lo tengo todo mucho más claro y conozco a esas personas como si lleváramos viviendo un mes en el mismo hotel. He captado los principales aspectos de su personalidad y sus pequeñas particularidades.

No hay por qué pensar que los personajes van a ser como nosotros queríamos que fueran al principio: es mucho más útil conocerlos a la manera de Ibsen: a medida que avancemos en el guión. Y, por supuesto, no hay que preocuparse por ser fieles a las ideas originales: hay que darse cuenta de que a lo mejor servían en el momento inicial, pero ya no sirven ahora. La fidelidad a menudo impide que miremos realmente lo que tenemos delante, y para escribir un guión hay que estar siempre mirando lo que tenemos, no lo que teníamos.

Walter Murch cuenta que en el proceso de montaje de Julia, de Fred Zinnemann, sugirió eliminar una escena del inicio de la película, «porque si decidíamos quitarla, haría que las escenas que quedaban se ordenasen por sí solas en una sucesión más comprensible». Zinnemann aceptó la propuesta, pero dijo: «Sabe, cuando leí esta primera escena en el guión, supe que podría hacer esta película». Murch, con un nudo en la garganta, prosiguió con su trabajo, pero dudó si estaba cortando el corazón o tan sólo el cordón umbilical de la película:

«Retrospectivamente, creo que era un cordón umbilical y que teníamos razón al quitarlo: la escena tenía una función esencial, que era conectar a Fred Zinnemann con el proyecto en un momento dado, pero una vez que esa conexión había sido hecha, y la sensibilidad de Zinnemann había fluido a través de esa escena a todas las otras escenas en la película, podía quitarse finalmente sin ningún daño.»


Hasta aquí la cita.

En el resumen final del libro mencioné algunas más, y también señalé como paradoja el asunto de la infidelidad:

Otras paradojas relacionadas con el trabajo del guionista son que el principio es la mitad del todo («Comenzar a escribir») y que lo mejor para escribir un guión es no tener que empezarlo («Cómo no empezar», «Los comienzos siempre son difíciles» y «Hay que caminar aunque no se sepa hacia dónde»). Que la escritura de un guión comienza cuando se termina (en «La corrección del guión»), que para orientarse en la escritura de un guión hay que seguir un mapa de un territorio que no existe porque lo tenemos que crear al mismo tiempo que dibujamos el mapa («Los comienzos siempre son difíciles»), que «El peor sitio para escribir un guión es una productora», «El peor enemigo del guionista es él mismo» o «Hay que caminar aunque no se sepa hacia dónde». Y que la mejor manera de ser fiel a un guión es serle infiel («Elogio de la infidelidad»)


[Escrito el 14 de septiembre de 2011. Revisado en 2017 y 2019]


Las paradojas del guionista
Reglas y excepciones en la práctica del guión
390 páginas
 Con esta obra Daniel Tubau desmonta muchos de los tópicos que rodean el mundo del guión. Y lo hace rehuyendo las fórmulas magistrales y buscando más las excepciones que las normas.Y qué mejor manera de enfrentarse a ello que mediante paradojas propias de la creación. Todas se relacionan con la naturaleza de la redacción de guiones y el trabajo del guionista. (en Casa del Libro)


Elogio de la infidelidad
Editorial Ningún mañana, 2019
Comprar ebook 

Un ensayo que defiende la libertad y la razón y que niega que la fidelidad sea una virtud.
Entretenido, divertido y convincente, a pesar de refutar muchas ideas preconcebidas.
«Chispeante y demoledor» (Pilar González, arqueóloga e historiadora)


ELOGIO DE LA INFIDELIDAD

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