La escritura y la muerte
En 1982, cuando los computadores estaban los comienzos de su prodigioso desarrollo posterior, Walter Ong publicó su gran libro Oralidad y escritura, una de las más estimulantes investigaciones acerca de las diferencias entre el mundo oral previo a la escritura, el de la escritura y el que se inició con la imprenta. Allí hace Ong algunas observaciones muy interesantes, y en gran parte coincidentes con las de Marshall McLuhan, Eric Havelock o Elizabeth Eisenstein acerca del miedo a las nuevas tecnologías, antes la imprenta, ahora Internet y el mundo digital.
Aquí, por el momento, voy a referirme a un pasaje en el que Ong remarca el hecho de que la escritura fue considerada en su momento estrechamente relacionada con la muerte.
“Una de las paradojas más sorprendentes inherentes a la escritura es su estrecha asociación con la muerte. Esta es insinuada en la acusación platónica de que la escritura es inhumana; semejante a un objeto, y destructora de la memoria. También es muy evidente en un sinnúmero de referencias a la escritura ( o a la imprenta) que pueden hallarse en los diccionarios impresos de citas”.
Ong menciona, entre otros ejemplos, la cita bíblica de Corintios 3:6:
“La letra mata, mas el espíritu vivifica”‘
También cita Ong la manera en la que Horacio se refiere a sus tres libros como un “monumento” que presagia su propia muerte o lo que dijo el creador de la inmensa biblioteca bodleiana de Oxford, Thomas Bodley: “Cada libro es tu epitafio”
Y añade Ong una interesante disquisición que no pertenece a Oralidad y escritura sino a un libro anterior, Interfaces of the world (1977):
“En Pippa Passes, Robert Browning llama la atención a la práctica, difundida aún hoy en día de introducir flores frescas para que se marchiten entre las páginas de los libros impresos: “faded yellow blossoms! twixt page and page” [“entre página y página/flores amarillas marchitas”]. La flor muerta, en otro tiempo viva, es el equivalente psíquico del texto verbal. La paradoja radica es el hecho de que la mortalidad del texto, su apartamiento del mundo mental humano y su rígida estabilidad visual, aseguran su perdurabilidad y su potencial para ser resucitado dentro de ilimitados contextos vivos por un número virtualmente infinito de lectores vivos”.
A todo ello habría que añadir sin duda la célebre frase: “Scripta manent, verba volant”. Es decir: “Lo escrito permanece, lo hablado vuela”, que según parece se debe interpretar como “Las palabras son aladas, mientras que lo escrito está petrificado (muerto)”.
La portada de mi libro El guión del siglo 21 expresa una nueva paradoja surgida con el mundo digital. Ese extraño símbolo creado por Samuel Velasco, sintetiza una idea que desarrollé en los últimos capítulos del libro y que, creo, refuta o al menos matiza o corrige, algunas ideas de McLuhan acerca de la oralidad y la escritura. Esa misma idea también se sintetiza en la variación de la frase latina que concebí al escribir el libro: “Bytia volant et manent”. Lo explico en el libro, pero también me referiré a ello en esta página en otro momento.
Tal vez hayas advertido, lector, que “Bytia volant et manent” es el lema de un ambicioso proyecto digital: Evohé Digital. La razón es que Javier Baonza, me pidó poder usarlo, para de este modo complementar el lema de Evohe tradicional de libros impresos, que no es otro que “Scripta manent, verba volant”. Ahora que ya tenemos Evohé impreso, Evohe digital… ¿para cuando “Evohé oral”?
El resto es literatura
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