
Después de decir Descartes en sus Principios de Filosofía que se debe dudar de todo al menos una vez en la vida, añade:
«Mientras tanto, esa duda no debe afectar a la práctica de la vida» (Punto 3).
Este es, evidentemente, un precepto mucho más pragmático y que, sin embargo, no está mal.
Ahora bien, una vez despertada la duda, y tras la reflexión subsiguiente, quizá si se produzca una modificación de la vida, porque resultaría bastante triste, además de sospechoso, que un acto de reflexión profunda no modificase en nada nuestro carácter, nuestra manera de vivir o nuestra actitud.
Aquí quizá habría que recordar a Juan de Salisbury, quien opina que el filósofo debe seguir en su vida práctica las consecuencias a las que le conduce su reflexión teórica, en oposición a aquellos que piensan que teoría y práctica no tienen relación, como ha podido verse en el caso Heidegger.
En el caso de Wittgenstein, aunque a veces no fue consecuente con ello, hay que reconocer que el filósofo vienés opinaba como Juan de Salisbury.
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