La cultura oral frente a la escrita y la buena vida de Plutarco

Juan Claudio de Ramón

Aquí está la segunda parte de la presentación de Cómo escuchar, de Plutarco. Con Juan Claudio de Ramón y Francisco Martínez Soria, en la librería Antonio Machado.

TRANSCRIPCIÓN

JUAN CLAUDIO DE RAMÓN: Antes de hablar de la oposición entre cultura escrita y cultura hablada, que es fundamental aquí, quiero que nos hables un poco de Plutarco. Porque yo tenía un conocimiento muy superficial de su vida, sabía que era un autor en lengua griega del siglo I d.C. y que había escrito ese best-seller: Las vidas paralelas, Tenía una adición vieja en casa, habré leído unas pocas, pero realmente sabía poco de su vida.

Y entonces, con los datos que tú das, una de las cosas que me llama la atención de Plutarco es que tuvo una vida estupenda, tuvo una vida maravillosa, y eso para alguien que vivió en el siglo I después de Cristo…

Plutarco, uno de los consejos que da a quienes escuchan es no sentir envidia, no sentir envidia de los oradores más brillantes, ¿no? Pero su vida me parecía puramente envidiable, ¿no? Un personaje que parece haberse pasado toda su vida de simposio en simposio, sacerdote del Oráculo de Delfos, que tuvo un matrimonio feliz por lo que parece, que fue embajador, que se metió en política lo justito, pero no tanto como para que la amargara a la vida.

DANIEL TUBAU: No como Cicerón, que le cortaron la cabeza.

JUAN CLAUDIO: Exactamente, ¿no? Eh… Bueno, además en un momento del Imperio Romano un poco loco, porque no es el siglo de los Antoninos, ¿no?, que es el siglo de la paz, o sea, él viene a conocer el reinado de Trajano, pero básicamente él coexiste con emperadores un poco todos chiflados, ¿no? Y sin embargo, su vida parece de lo más placentera. Háblanos un poco de Plutarco.

DANIEL: Bueno… Plutarco nació en Querónea o Queronea, no? Se dice Queronea, ¿verdad? Que está en Beocia. Beocia es la capital de Tebas. Sabéis que siempre hubo una gran rivalidad entre Tebas y Atenas, entre el Ática y Beocia. De Beocia es por ejemplo Hesíodo, el de las musas. Era un pastor que estaba en el campo y de pronto aparecieron nueve mujeres y empezaron a insultarle, y él dijo ¿por qué me insultan? “Eres un vago, no haces nada, no tienes interés más que en llenarte el vientre”… Pero entonces se dio cuenta de que después de ver a estas nueve mujeres ya tenía el don de la poesía. Beocia, como decia, es una región rival de Atenas, muy interesante. Edipo, por ejemplo, también era beocio. Y allí está el santuario de Delfos, precisamente en Beocia.

Plutarco nació en esa época que dices, aunque él se quejaba. Se quejaba de que era una mala época, por un lado. Pero después, por otro lado, está claro que está bastante satisfecho de vivir una época más tranquila que otras. Porque Grecia ya había perdido el control de sí misma y estaba bajo el control romano. Roma era la que decidía todo lo que se hacía en Grecia y se había perdido toda esa cosa mítica de las hazañas griegas y la independencia, pero al mismo tiempo había mucha más tranquilidad, porque antes… ¿qué hacían los griegos antes de Roma? Se mataban constantemente unos a otros, la guerra de Esparta y Atenas fue devastadora… Plutarco estaba en realidad tranquilo en esa época, era una época mucho más tranquila.

Lo que se sabe de él, su vida familiar, pues eso fue tranquila, no se sabe si estuvo casado dos o tres veces, hay ciertas dudas, se conoce a alguno de sus hijos, a uno de ellos le tenía mucho cariño. Y se sabe que se llevó bien con el imperio romano. Él tenía la ciudadanía romana y sin embargo nunca lo dice en su obra, nunca dice que él tenía ciudadanía romana, que incluso tenía un nombre latino o romano que había adoptado, pero no lo menciona. Pero parece que estaba satisfecho. Y era sacerdote del Oráculo de Delfos, junto con otro compañero. Y es muy curioso, porque tiene una cultura tan amplia que no sabes muy bien cómo pudo alguien tener acceso a tantos libros.

También se sabe que sentía cierto rechazo hacia los estoicos y que sentía simpatía hacia los escépticos de la academia platónica, como Arcesilao y Carnéades. En fin, vivió en esa época, por momentos convulsa, pero no tanto como en otras épocas anteriores, sobre todo para Grecia, donde las cosas estaban más tranquilas.

JUAN CLAUDIO: Y luego comentas una cosa interesante y es que es uno de esos autores griegos de la época romana que ha tenido una fortuna editorial. Hay otros dos.

DANIEL: Hay otros dos, exactamente Los otros dos son Séneca y Cicerón. Junto con Plutarco, son los tres autores que a lo largo de los siglos siempre se han estado leyendo y han influido en la cultura, en todos los países, en todos los idiomas. Además comparten esa curiosidad de que libros de Plutarco, de Cicerón y de Seneca, se editan en muchas editoriales y no saturan el mercado: siguen vendiéndose, a pesar de que haya diez ediciones diferentes. Se siguen sacando más y más. Hay otros dos autores, evidentemente, como Epicteto y Marco Aurelio. Pero Marco Aurelio tiene una única obra, y Epicteto dos. Estos tres autores, sin embargo, tienen muchas obras.

El cartel de la presentación

JUAN CLAUDIO: Ahora me gustaría preguntarte por la diferencia entre una cultura basada en la tradición oral y una cultura basada en la palabra escrita, porque Plutarco pertenece más a la primera que a la segunda.

DANIEL: La cultura oral, sí.

JUAN CLAUDIO: Exacto, y de ahí que esté plenamente justificado que el tema de la escucha sea tan importante para él, ¿no? Pero hay dos cosas que dices que me gustaría que desarrollaras. Una es, una cosa que yo no conocía, esta curiosidad filológica, al parecer en griego la palabra es la misma, los griegos utilizaban incluso la palabra relacionada con la audición para leer, escuchaban libros.

DANIEL: Bueno, es que los discípulos, por ejemplo, se llaman “los que escuchan”, cosa que todavía se conservaba en el cristianismo. En la Biblia precisamente se dice “los que tengan oídos para escuchar, que escuchen”, y lo están diciendo todo el rato porque, efectivamente, todos se escuchaban. Incluso escuchaban los libros…

Hay que aclarar aquí una cosa, precisamente el ensayo de Plutarco es sobre escuchar a los oradores, escuchar las conferencias, escuchar a los filósofos: no es escuchar a los demás en general, no es las conversaciones. Mi ensayo sí que trata de la escucha de las conversaciones, de hablar con los demás, escucharlos, etc. El de Plutarco no. Pensad en la palabra inglesa “lectures”, lecturas, pues ellos han conservado eso de que una conferencia es una lectura y un libro también es una escucha. Creo que cito un pasaje a lo mejor lo cito no estoy seguro de un momento en un diálogo de Platón donde dicen que pasó por allí no sé si Protágoras, y entonces se fueron a escuchar el libro de Protágoras, porque él lo leyó.

PALOMA ORTIZ: O Heródoto…

DANIEL: Iban a escuchar un libro que leía el propio autor. Es muy curioso, porque hay gente que se extrañaba de que, por ejemplo, Aristóteles o Agustín, San Agustín… se extrañaban de que leían…. sin leer en voz alta. Normalmente se leía en voz alta, leer “para ti” era una cosa que no se hacía y al menos se movían los labios Y de pronto veían a San Agustín o Aristóteles que leían sin mover los labios. Porque también, si no me equivoco, me corriges si me equivoco Paloma, en el griego no había casi puntos ni comas. Era uy complicado, era difícil entender dónde acababa la frase y dónde había un cambio. Entonces supongo que diciéndolo en voz alta pues era más fácil enterarse de donde hasta donde quería llegar el autor, ¿no? Plutarco escribió muchísimo, por un lado está en la cultura oral, pero tenía una cultura escrita tremenda, no conservamos todo y lo que conservamos es muchísimo, ¿no?

Platón, que curiosamente también escribió (su maestro Sócrates no escribió). Pues Platón, que sí que escribió… ya sabéis esa frase famosa que dice “verba volant, scripta manet”, que dice que la palabra hablada vuela mientras que lo escrito permanece, se queda ahí. Esto muchas veces se interpreta como que la escritura es una cosa que sigue ahí, que permanece. Pero Platón, por ejemplo, lo considera malo. Considera que la palabra hablada vuela, está viva, mientras que la palabra escrita está muerta, no cambia, siempre será la misma. Ahí tenemos una paradoja, ¿no? Sobre el paso de la cultura oral a la cultura escrita seguramente La musa aprende a escribir, de Eric Havelock, es un libro fantástico sobre esto. Pero más interesante todavía, si os interesa este tema del paso de lo oral a lo escrito, es Prefacio a Platón, también de Havelock. Es mejor todavía en este aspecto que La musa aprende a escribir.

Claro, que la musa aprende a escribir es interesante, ¿no? Porque, claro, ¿qué pasaba con los poetas a los que las musas les inspiraban y les ayudaban en su memoria y a recordar las cosas, oralmente, cuando de pronto las cosas ya se escriben. Y las tienes ahí. Te voy a decir una cosa curiosa, solamente una. La palabra escrita por un lado tiene eso de que está muerta, de que ya está, no no cambia. Pero, claro, cuando llega la cultura escrita, de pronto puedes comprobar si algo que te habían dicho realmente lo habían dicho. Por ejemplo, un sacerdote, un profeta dice: “Yo ya dije que esto iba a pasar y que iban a matar a este”. ¿Ah sí? Vamos a verlo… Y lo compruebas: “No, no lo dijiste, aquí está escrito y no dijiste eso”. Claro, fijaos el cambio importante de decir: “Yo recuerdo que alguien dijo, yo dije no sé qué…” Y de pronto ahora lo puedes comprobar, ese es un cambio importante.

JUAN CLAUDIO: Pero hay otros cambios, y tú haces un apunte que me ha llamado mucha atención, y yo nunca había reparado en eso, y es que en la cultura oral es más difícil transmitir dogmas.

DANIEL: Claro, da la sensación, ¿no?

JUAN CLAUDIO: Si tú quieres fijar dogmáticamente una creencia, te conviene ponerla por escrito y entonces en ese sentido el libro es mejor vehículo de dogmatismo que la palabra dicha.

DANIEL: En principio sí, Precisamente tenemos las tres religiones del libro, que se llaman del Libro, el cristianismo, el judaísmo y el Islam. Los musulmanes tienen los tres libros, los cristianos tenemos dos libros los judíos tienen un libro: tenemos el Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento y el Corán. Es una palabra escrita, sabéis que el Corán todavía es mucho más estricto que en el judaísmo y el cristianismo, mucho más, y que no se puede cambiar ni una palabra y que tiene que estar siempre escrito lo mismo exactamente, y no puede variar ni una palabra. Y después tenemos los textos sagrados de los Vedas, por ejemplo, que han influido sobre todo en el hinduismo. Y sí, a través de libros es más fácil establecer dogmas. Los griegos yo diría que no lo hicieron, a pesar de que escribían, digamos que su dogma era Homero. Y con Homero, pues tampoco se puede hacer una religión con preceptos que prohíban una cosa u otra. Para ellos Homero era todo, era la maravilla, la Ilíada y la Odisea, y con eso es más difícil fabricar una cosa represiva.

JUAN CLAUDIO: Una oposición que es distinta pero que está relacionada es la oposición que también desarrollas, para mí insuficientemente, porque es un tema muy interesante. Me habría gustado…

DANIEL: Pero tampoco querían comerme a Plutarco…

JUAN CLAUDIO: No, no, este libro lo tendrías que haber firmado tú y luego poner “con una cosita de Plutarco”…

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