Juan José Millás y la percepción malebranchiana

Juan José Millás publicó un ingenioso y divertido artículo en su columna de El País.

Cuando los ordenadores sean tan pequeños que se puedan implantar detrás de una ceja, nos conectaremos a Internet en cualquier momento del día o de la noche y sin que nadie de los que nos rodean se dé cuenta. Así, estaremos en el sofá del salón, viendo aparentemente la tele, pero nuestro cerebro estará jugando con Google Earth, buscando quizá el barrio de una amante, localizando su casa, haciendo un zoom sobre su azotea o sobre la ventana de su dormitorio. Podrá uno ir en el autobús al tiempo que entra y sale de las páginas web preferidas u odiadas o lee la Wikipedia por orden alfabético. Bastará un ligero movimiento de la ceja, quizá un pensamiento, para navegar por la Red, pues la Red estará entonces dentro de nuestra cabeza. Parpadearemos y saldremos de una carpeta o de un archivo para meternos en otro sin que a nadie le sea posible revisar nuestro historial ni nuestros correos electrónicos ni nuestras direcciones digitales favoritas.

A lo mejor estará uno junto a su esposa, atendiendo aparentemente al telediario, pero sus neuronas permanecerán enganchadas a una página pornográfica en la que una chica está desnudándose para meterse en la ducha. Y será imposible saber en dónde se encuentra cada uno en realidad. El carnicero te dirá buenos días, buenas tardes o en qué puedo ayudarle, mientras por el interior de su cráneo desfilan imágenes que no podemos ni sospechar. En esa situación, el marido, excitado por lo que tiene dentro de la cabeza, pondrá la mano sobre el muslo de la esposa, excitada por lo que tiene dentro de la suya, pues los dos se habrán conectado a Internet mientras fingían escuchar a Ana Blanco, y así, cada uno con su página web preferida dentro de la bóveda craneal, se arrancarán la ropa y se revolcarán en el sofá y consumarán una cópula inesperada. O sea, todo exactamente como ahora.

La idea que desarrolla Millás es una anticipación de un futuro muy probable, que coincide con la que aparece en La obra de arte en los tiempos de la percepción malebranchiana, incluido en mi libro Recuerdos de la era analógica. Es una hermosa coincidencia de publicación casi simultánea, que parece, por cierto, confirmar lo que dice el autor de otro texto de Recuerdos de la era analógica, Que nada se crea, acerca de los descubrimientos simultáneos,que tendrían una explicación relacionada con la teoría de las Ideas de Platón.. Pero de eso no puedo ocuparme aquí.

En cuanto a La obra de arte en los tiempos de la percepción malebranchiana es un ensayo, del que sólo se conservan fragmentos en el siglo 25, aunque es muy probable que dentro de no mucho tiempo acabe apareciendo íntegro en algún lugar en este siglo 21 nuestro. Está relacionado de alguna manera con el célebre ensayo de Walter Benjamin Discursos interrumpidos acerca de la obra de arte en los tiempos de la reproductibilidad técnica, tan citado, no sólo por los expertos en estética y teoría del arte, sino también por los defensores del copyleft y esa facilidad de reproducción que hoy nos hace dudar de la noción de original y copia. Benjamin, sin embargo, probablemente no estaría de acuerdo con muchos de sus seguidores, porque él pensaba que el original conservaba, a pesar de todo, aquello que llamó «aura».

Pero Benjamin, como McLuhan (que no dejaba a sus hijos ver la tele), era probablemente un profeta al que no le gustaba el futuro que veía, como el célebre adivino Tiresias cuando Edipo le fuerza a contarle lo que él no quiere contarle, lo que acabará con Edipo. En su afán por querer saberlo todo, por querer verlo todo, Edipo acaba condenado a la ceguera.

 

¿Por qué percepción «malebranchiana»?

Por supuesto, por Nicolás Malebranche, un interesantísimo filósofo, seguidor pero también corrector, de Descartes, que decía que no existe el mundo material y que vemos las ideas de las cosas en Dios. No existen las cosas materiales, sólo ideas de esas cosas. Además, esas ideas están en Dios: son sus pensamientos. Ya puedes imaginar, lector, cómo eso se convierte en el futuro que anuncian Millás y Recuerdos de la era analógica.

El de Malebranche es un tipo de idealismo muy complejo, que no iguala en poder de convicción al deslumbrante idealismo de Berkeley, pero que tampoco queda muy lejos. Tal vez haya tiempo en una futura entrada de hablar en detalle de Malebranche.

El padre Nicolás Malebranche, sacerdote del Oratorio

Cito aquí un fragmento de La obra de arte en los tiempos de la percepción malebranchiana, que coincide con lo que cuenta Millás (yo diría que va un poco más allá incluso en la predicción):

Antes de que el proyector de cine (infraestructura) fuera inventado, el cine como tal (superstructura) ya había sido creado por Edward Muybridge en fotografías estáticas, que, posteriormente, pudieron ser transformadas en fotogramas, revelando un movimiento que siempre había estado allí, pero que hasta entonces nadie había sabido ver. Pero, como señala el cineasta Jean Claude Carriere, ya miles de años antes de Muybridge los seres humanos proyectaban películas, pero no en el interior de sus cuevas tenebrosas de la Edad de Piedra, sino en el interior de sus cráneos. Lo hacían cada vez que soñaban. No es sin duda paradójico, sino más bien inevitable, que hayamos acabado llegando al mismo lugar que nuestros antepasados prehistóricos y ya no necesitemos mirar fuera ni servirnos de los medios como extensiones de nuestra percepción. Los medios se han disuelto por fin y ya sólo existe el mensaje. Lo que no era cierto cuando Benjamin escribió su ensayo lo es ahora de una manera que, sin duda, resultaría paradójica para el propio Benjamin: la superestructura avanza más lentamente que la infraestructura; de hecho, avanza recorriendo la infraestructura. Y una prueba de que Muybridge hizo cine antes del cine (no fue el único, por cierto).

Por otra parte, el asunto del original y la copia lo trato a fondo en El problema de la identidad, reciente premio Ciudad de Valencia de ensayo, publicado por Devenir en esto días.

Tal vez al lector que no acabe de entender de qué se está hablando aquí, le será útil leer el artículo de La ilusión imperfecta Llamando a las puertas de Dios.


[Entrada publicada por primera vez el 12 de diciembre de 2010]


A continuación, puedes ver entradas dedicadas a Recuerdos de la era analógica encontradas en la Arqueo Red (que nosotros llamamos Internet)

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Vida de Daniel Tubau contada por Tonino

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Reseñas de Recuerdos de la era analógica

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