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Escribir un guion: un viaje extraordinario

Escribir un guion: un viaje extraordinario
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Freud renace

Acaba de morir por segunda vez y ya está aquí de nuevo. Freud había sido tirado a la basura en los últimos años, por culpa de los avances médicos, de las nuevas terapias y del tesón y persistencia en el disparate de sus discípulos.

No es extraño, porque decir «Freud» se había convertido en sinónimo de «irracional», «ridículo» o «absurdo». El caso de Freud muestra que lo peor que puede hacer un pensador es tener discípulos.

A mí me gusta mucho Freud, aunque no me gusten los freudianos ni las teorías freudianas al uso. Gracias a mi padre aprendí a apreciarlo como un gran escritor, pero también lo admiro por muchas de sus ideas. Sus libros son todo lo contrario de la imagen que se tiene de él. Suele ser moderado, duda casi siempre, adelanta una hipótesis con prudencia exquisita y siempre mantiene una última reserva que le impide afirmar de manera dogmática una teoría.

Me estoy refiriendo a los libros que he leído de Freud, que son quizás los que no integran el corpus del psicoanalisis (en los que quizá, no lo sé, se mostrará más dogmático): El malestar en la cultura, Moisés y el monoteísmo, Lo siniestro, etcétera.

Sé también, gracias a Martin Gardner y a Paul Roazen (Freud y sus discípulos, Hermano animal), que la vida de Freud tampoco fue muy ejemplar, pero eso no impide que me parezca uno de los pensadores más inteligentes que conozco. Ya dije antes que sus seguidores no están a su altura he incluso han reducido a su maestro a una estatura y aspecto de bufón maniático.

Los críticos del psicoanálisis, a los que les sobran razones, han tirado al niño con el agua de la bañera y no quieren saber nada de Freud, pero una cosa es decir que hay mejores maneras de solucionar los problemas de un paciente que pasarse veinte años escarbando en sus recuerdos de infancia, y otra cosa dictaminar que eso implica que el pasado no influye en nuestro comportamiento presente.

Sin duda sí que influye y no cabe duda de que somos hijos de nosotros mismos, pero es dudoso que el hecho de detectar el origen de un problema sea suficiente o incluso necesario para solucionarlo. Cuando alguien se rompe la cabeza suele ser innecesario conocer cómo se la ha roto: basta con saber dónde está la herida y qué métodos existen para curarla y de este modo evitar que los sesos se caigan al parqué.

Sin embargo, la influencia del pasado en nuestra vida presente y en nuestra forma de ser es un asunto fascinante y parece que ahora algunos científicos están recuperando ideas de Freud, como la de la represión, pero contrastándolas experimentalmente.

Dibujo de Freud que muestra las células nerviosas de la médula espinal de la lamprea y que se ha considerado un precursor de la teoría neuronal.


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Freud renace – DILETANTE. Daniel Tubau