Ficción especulativa costumbrista

Aquí hablamos Juanjo y yo de la diferencia entre ciencia ficción y ficción especulativa, continuamos con el tema de los errores que hay en el libro, de las predicciones de Arthur C.Clarke, de los inventos del TBO, del misterio acerca del mundo en el que viven los antólogos de Recuerdos de la era analógica y de la curiosidad de que se trate de una antología hecha en el futuro, pero sobre todo de algunos tópicos o recursos de la ciencia ficción que aquí se intentan evitar.

 

Ficción especulativa

La distinción que hago entre ficción especulativa y ciencia ficción sé que a algunos les ha resultado completamente arbitraria, por mi simpleza al decir que toda la ciencia ficción tenga que tratar de naves espaciales y cosas parecidas. Estoy de acuerdo, pero también hay que recordar que esa distinción es clásica y que se remonta no ya 25 años, como dije en la presentación, sino probablemente más. Recuerdo que cuando en al adolescencia leía la revista Nueva Dimensión, era frecuente que los diferentes colaboradores se mostraran partidarios de la ficción especulativa o de la ciencia ficción, a menudo de manera muy rotunda. Ya entonces era una polémica vieja. Algunos atribuyen el origen de la distinción a Roberty. A Heinlein, otros a Isaac Asimov, quien prefería hablar de ficción especulativa, para evitar la contradicción de un término como «ciencia ficción»; otros creen que la ficción especulativa se puso de moda con las antologías de Harlan Ellison llamadas Visiones peligrosas en los años 60, que proponían:

“Un cuadro de los nuevos estilos de literatura, osados lanzamientos y pensamientos poco populares. Cada historia es entretenida, pero además lleva ideas frescas, atrevidas, visiones peligrosas”

Portada de la mítica antología de Harlan Ellison «Visiones peligrosas»

 Así que no se trata de una distinción gratuita y existen buenas razones para hablar de ficción especulativa como un género que practican ciertos escritores, desde Stanislaw Lem a Primo Levi o incluso Borges y Phillip K.Dick, a los que, en especial en los tres primeros casos, resulta difícil encuadrar en el género de la ciencia ficción tal como suele entenderse. Ahora bien, las fronteras a veces son difusas, siempre lo son, pero el que no siempre se pueda  marcar una línea de separación no significa que no haya cosas diferentes.

Por otra parte, a mí me gusta o me ha gustado tanto la ficción especulativa más estricta, más despojada de pararafernalia científico-futurista-aventurera, como la ciencia ficción, incluso de géneros casi folkóricos como la space opera, pero admito que prefiero la ficción especulativa, entendiéndola como un género más reflexivo, más filosófico si se quiere, menos aventurero o novelístico (por cierto, creo que este aspecto, lo no aventurero marca más las diferencias que el uso de la ciencia o el futurismo).

Curiosamente, el término ficción especulativa también se usa de un modo muy general para incluir todos los géneros de la ciencia ficción, la fantasía, el terror e incluso la novela histórica, lo que nos puede llevar a muchas confusiones, que siempre serán bienvenidas si ello nos hace mirar las cosas con atención y descubrir aspectos en los que no habíamos reparado.

En cuanto al costumbrismo la que me refiero en mis relatos y a mi intento de que los antólogos del siglo 25 no hablen como personajes del futuro, sino como personajes de su tiempo, me gustaría recordar que precisamente con una reflexión semejante empieza el libro:

«Hoy nos resulta cotidiano y vulgar viajar por el aire y aterrizar ocho horas después en un continente lejano; estamos acostumbrados a comunicarnos al instante con alguien que se encuentra en otra ciudad o en otro país, incluso con un astronauta que orbita en torno a la Tierra, todo a través de un aparato diminuto que podemos guardar en un bolsillo; nos pasamos las horas mirando pantallas iluminadas en las que se nos muestra lo que ocurre en cualquier lugar y en el preciso momento en que ocurre, como cuando varios aviones se precipitaron contra las Torres Gemelas de Nueva York y todo el planeta presenció al mismo tiempo cómo se derrumbaban. Podemos matar a un millón de personas en apenas unos instantes o curar enfermedades que durante siglos despoblaron el mundo; construimos edificios que se elevan cientos de metros hasta rozar las nubes. ¿Acaso no somos ya seres de ciencia ficción? ¿No somos personajes que se han escapado de una novela escrita a principios del siglo XX, personajes que apenas pueden creer que nuestros antepasados tardaran varios meses en llegar de Londres a Nueva York, que apenas salieran una vez en la vida de su país, que se mataran con espadas de metal y que recibieran la noticia de que se había quemado un templo en la India cuando allí ya lo habían reconstruido?
Los grandes relatos de ciencia ficción del siglo XIX y XX nos sorprenden hoy en día por su carácter costumbrista, mientras que las novelas del realista Zola casi nos parecen de ciencia ficción, al menos a quienes tenemos la suerte de vivir en los países más ricos del planeta (el pasado todavía habita en muchos lugares, aunque sólo lo veamos en esas milagrosas pantallas que nos trasmiten a diario el espectáculo de su sufrimiento).»

                                                    («Prólogo de los antólogos del siglo XXI» en Recuerdos de la era analógica)

Eso hace pensar a los antólogos (no los del siglo 25, sino los del XXI) que el libro quizá sea «un ensayo encubierto o un manifiesto político, o quizá una novela costumbrista escrita desde el futuro».


A continuación, puedes ver entradas dedicadas a Recuerdos de la era analógica encontradas en la Arqueo Red (que nosotros llamamos Internet)

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Vida de Daniel Tubau contada por Tonino

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Reseñas de Recuerdos de la era analógica

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