Ellas y ellas: ¿Viva la diferencia?
Investigadores de la Universidad de Cold Mountain presentaron el lunes pasado el informe preliminar de un estudio que les ha llevado siete años.
Tras examinar a más de dos mil quinientas mujeres de todo el mundo, han llegado a la conclusión de que existen diferencias entre unas y otras, que no todas piensan lo mismo ni se comportan de la misma manera. Todavía no se sabe si dichas diferencias se deben al clima, a la influencia de la luna o, lo que es más probable, a un factor genético todavía no localizado que podría hallarse en algún lugar del ADN, probablemente en el cromosoma 17.
Pero las conclusiones son tan asombrosas que ponen en cuestión muchas de las ideas hasta ahora admitidas por sus colegas. Entre otros resultados, los investigadores han constatado grandes diferencias entre las mujeres de los distintos grupos de estudio y, lo que es más llamativo, han descubierto que en un elevado porcentaje de los casos estudiados se encuentran más semejanzas entre un varón y una hembra que entre dos hembras.
Resulta muy ilustrativo el caso de las mujeres que se sometieron a la investigación en países islámicos, cuyos intereses eran casi opuestos a los de las francesas y las suecas. Así, un 70% de las islámicas declaró explícitamente que la mujer era inferior al hombre y tenía que estar a su servicio. El 30% restante “no sabía, no constestaba”. Estas mujeres también se manifestaron en porcentajes elevadísimos partidarias de llevar velo o al menos el cabello cubierto y de bañarse en la playa tapadas hasta el cuello. Sin embargo, entre las francesas y las suecas que se prestaron a ser examinadas, los porcentajes de mujeres que consideraban que los varones eran superiores eran tan ínfimos que resultaban casi ridículos, y además no se encontró ninguna dispuesta a llevar ropas de baño que cubriesen más allá de un 15 o un 20% de su cuerpo.
Y lo que es sin duda más asombroso: en los países islámicos la mayoría de los hombres estaban de acuerdo con las mujeres islámicas: ellos eran superiores y ellas debían bañarse de manera que no se adivinaran sus formas bajo al ropa. Por el contrario, en los dos países europeos mencionados, una mayoría de los hombres se manifestó de acuerdo en que hombres y mujeres debían tener los mismos derechos y, en porcentajes todavía superiores, en que mientras menos tela usaran las mujeres en la playa mejor.
Investigadores expertos en las diferencias genéticas entre hombres y mujeres han quedado consternados a la luz de estos resultados, que no saben cómo explicarse, pues hasta ahora todo confirmaba que ciertas diferencias en el neocortex, en los lóbulos prefrontales y en el peso del cerebro hacían a los hombres y a las mujeres tan diferentes que los unos son agresivos y las otras no saben reconocer mapas, y aspectos todavía más significativos y fundamentales para el desarrollo de la especie y para la formación de la personalidad.
Este estudio de la Universidad de Cold Mountain ha enfriado ligeramente los ánimos de los genetistas, puesto que se han hallado asombrosas semejanzas entre lo que piensan hombres y mujeres de la misma cultura. Ya dijimos que la explicación de tal semejanza no se ha conseguido hasta ahora explicar, pues parece exceder las ideas más razonables acerca de las diferencias inevitables y evidentes provocadas por lo que el ser humano tiene entre las piernas.
Una pequeña luz, procedente de investigadores y laboratorios españoles quizá podría iluminar este misterio: los investigadores españoles Juan Antonio Serrano y Mari Luz Serrano Serrano han constatado que, en estudios realizados hace 35 y 50 años en España, las españolas mostraban más similitudes con el pensamiento de las mujeres islámicas que con el de las europeas, lo que ahora sucede justo al revés. Eso sin duda parece demostrar la influencia del clima, cada vez más impredecible en España, y tal vez la influencia del agujero de ozono, que permite pasar rayos cósmicos que, rebotando en las paredes nevadas de los Pirineos, han podido penetrar sin duda en el genoma hispano y modificarlo.
Investigadores de Salt Lake City se han mostrado muy interesados por este descubrimiento y han señalado un precedente curiosísimo que parecería avalar la tesis de la deriva genética climática: hace cien años, la opinión de los blancos en Estados Unidos era muy semejante a la que hoy se tiene acerca de la diferencia entre hombres y mujeres en los países musulmanes, pero referida a los negros. Este criterio se ha ido modificando (aunque con mucha lentitud) y hay que señalar que ha coincidido con el declive del uso del sombrero, lo que sin duda permite que a través del cuero cabelludo los rayos cósmicos hayan modificado el genoma de los estadounidenses y, en consecuencia, su manera de pensar.
Por otro lado, se ha constatado que las únicas mujeres que en los estudios realizados en Francia no compartían la opinión mayoritaria de las francesas… procedían de países islámicos. Sin embargo, no se da entre estas emigrantes una unanimidad plena, sino que su opinión parece depender de la proximidad de comunidades islámicas organizadas y de imanes y mezquitas, con lo que se están barajando varias posibilidades: que el uso del velo o el pañuelo en la cabeza también impida el paso de los rayos cósmicos, o que se produzca un campo mórfico entre las personas pertenecientes a la misma comunidad, por razones inexplicadas. El investigador Rupert Sheldrake, creador de la teoría de los campos mórficos o morfogenéticos, no ha querido pronunciarse sobre el asunto, pero ha recordado que si un ratón aprende a moverse por un laberinto simplemente por estar cerca de otro ratón que ya ha aprendido, “pues por qué no le va a suceder a una mujer islámica que vive cerca de islámicos”.
La comunidad científica internacional vive en las últimas semanas pendiente de las noticias que llegan de uno y otro lado y se está reuniendo información que pueda explicar cómo es posible que siendo tan diferentes hombres y mujeres (recuérdese que ellas son de Venus y ellos de Marte) en los últimos 50 años haya aumentado de manera tan llamativa el número de mujeres escritoras, pintoras, científicas. Es decir, que cada vez sean más las que destacan en todas esas tareas para las que “no están preparadas genéticamente”, como demuestra que hasta ahora no hubiesen destacado en ello, y como lo demuestra asimismo el que tampoco destaquen en los países islámicos, excepto en porcentajes casi simbólicos.
Numerosas asociaciones en defensa de la diferencia han comenzado a donar fondos para que los investigadores encuentren más diferencias entre hombres y mujeres, que permitan regresar a la tranquilidad de un pensamiento único en el que los hombres piensan todos de una manera y las mujeres de otra manera. No se duda que, dependiendo del dinero recaudado, se lograrán grandes avances en los próximos días.
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