El lugar de los demás
NO LUGAR ~2

Cafetería en la sala de espera del Puente Aéreo del Aeropuerto de Barajas (Madrid)

Lunes 1 de diciembre de 1997

En la mesa de al lado hay tres señores sentados. Llega otro, que habla con un teléfono móvil. Sin dejar de hablar, saluda a los tres. Después les dice que la lengua le mide tres metros y que ha adelgazado quince quilos por los cambios del Aeropuerto. Es todo el rato muy gracioso, esforzadamente gracioso. Se va, de nuevo hablando por el móvil, pero aparece al poco rato, y entonces comenta a uno de sus tres amigos que ha cambiado mucho de aspecto:

__¿Qué? ¿Estás soltero otra vez? ¿Habéis visto que melenita se ha dejado? Si parece un play-boy…

El otro, que además de atractivo parece un buen tipo, intenta sonreír a las gracias insulsas del gracioso.

Del mismo modo que los taxistas que despotrican a diestro y siniestro y ponen al mismo tiempo la radio o la  conexión con la central de reparto (o ambas cosas) a todo trapo, sin que eso les impida dejar de hablar con el cliente somnoliento, los graciosos se imponen a los demás, adaptan el medio circundante a sí mismos y obligan a los que les rodean a vivir en ese ecosistema trasformado.

Poco antes de embarcar veo al nuevo productor inglés, que controlará nuestro trabajo a partir de ahora en el programa de televisión que dirijo. Es un tipo interesante. No le saludo; él parece no advertir mi presencia, pero es casi seguro que me ha visto mientras escribía en este cuaderno antes de que los dos nos colocásemos en la cola. Supongo que él respeta mi intimidad del mismo modo que yo respeto la suya, una costumbre que en España no es frecuente. Aunque algunos consideran fría esta actitud, la suya y la mía, creo que el respeto a la soledad del otro se debe aplicar, en especial en los no lugares, donde las conversaciones con los conocidos suelen ser o incómodas o estúpidas. Mi demonio de la moderación me susurra al oído: “No siempre, no siempre”. Cierto. Tampoco en esto deben establecerse reglas estrictas.

 

La primera libreta

 


2011

El productor era Mark, con quien hace pocos años reanudé el contacto de una manera muy amistosa.

One Comment

  • danieltubau

    (1998)
    Cuando estaba aquel día escribiendo aquello del habitat trasformado por sus criaturas, pensé referirme a la teoría biológica de Uexkhull, que sostiene en cierto modo que el animal no se adapta al medio sino que adapta el medio a sí mismo (pero esto es una tremenda simplificación, por mi parte, de su teoría).
    Sí creo que es correcto lo que insinúo: que las personas más inseguras de sí mismas, adaptan el medio a sí mismas para de este modo controlar la situación. Quien teme razonar porque sabe que no razona bien, establece, por ejemplo, un clima de chabacanería y tosquedad que impide que los demás le planteen las cosas de manera sosegada y razonable. Pero la trasformación del medio no se limita a la actitud, por supuesto, también afecta a cosas como el ruido ambiental, la decoración, la posición de su mesa, etcétera, algo que tiene que ver con el análisis institucional y con las jerarquías.

    Después de este curioso experimento, mi percepción acerca de esos lugares que suelen ser llamados precisamente «no lugares» cambió, a veces de una manera sorprendente.

    Me dijo Marcos que podía llamar a esto, en vez de Tránsitos o Etapas, algo así como No lugares. Pensé, cuando me dijo eso, en la novela de Samuel Buttler Erewhom (Ningún lugar). Es una buena idea, pero decidiré el título al final. También pensé dividirlo en dos secciones: NO LUGARES, en las páginas pares, y ESCRITO EN EL CIELO, en las impares.
    Escrito en el cielo estaría escrito en el aire, volando de un lado a otro.

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