Dos versiones de la revolución

La revolución, el nuevo opio del pueblo, y uno de sus profetas más celebrados, aquí, en estas pintadas de Buenos Aires, en dos versiones.

«La revolución es un sueño estéreo»
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«La revolución, un sueño realizado»

Poco después de la muerte de la muerte del dictador Francisco Franco, escribí un pequeño ensayo. Se llamaba Sobre la revolución y en él intentaba averiguar qué diablos significa esa palabra: «revolución».

Todavía no lo sé, pero crece la sospecha de que es sólo un mantra que se repite mucho pero que no significa absolutamente nada.

Significa (eso sí se puede afirmar), un cambio del poder mediante la violencia, en algunas ocasiones con resultado positivo, como en Portugal, donde los revolucionarios renunciaron a mantenerse en el poder y se lo devolvieron a la ciudadanía. Pero casi siempre siempre con resultados desastrosos: una excusa para llegar al poder y mantenerse en él.

Hoy en día, a pesar de lo que sabemos de las revoluciones del siglo XX, mucha gente sigue repitiendo la palabra como si fuera un conjuro.

En ese ensayo de mi adolescencia me preguntaba lo que entonces yo mismo les preguntaba en persona a los ardientes defensores de la revolución: «Revolución, de acuerdo, ¿y después qué?». Y aquí se acababan las ideas, se multiplicaban las vaguedades y las frases huecas, muy sentidas y muy intensas… O sucedía algo mucho peor: lo que se proponía que habría que hacer tras la revolución triunfante era preferible no escucharlo.

Lo malo de este juego de la revolución es que casi siempre se juega con la vida de las personas que participan, y que otras muchas son sacrificadas por un sueño…

¿Un sueño realizado o en estéreo, como dicen las dos pintadas que encontré en las paredes de Buenos Aires?

Casi siempre un sueño que también es una pesadilla.


[Publicado el 22 de febrero de 2006]


Cuaderno de Argentina

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