Pretaporter y consumo feroz
Es cierto que gracias a la globalización disponemos de ropa y zapatos baratos, siempre que sepamos comprarlos fuera de temporada alta o en época de rebajas. Eso hace que la industria de la vestimenta se haya reciclado en los últimos decenios.
En los años 60 del siglo pasado el pret-a-porter (listo para llevar) fue una revolución democratizadora, al ofrecer a la mayoría de la población ropa barata de mediana calidad, no especialmente confeccionada para ellos, claro está, sino para un cuerpo femenino y masculino estadísticos. No era como la alta costura, pero daba el pego, siempre que no acudieras con ella a una recepción de la embajada.
King Camp Gillette
El siguiente paso consistió en aplicar el gran consejo que le dio William Painter, inventor de la chapa para refrescos gaseosos, a King Camp Gillette:
“Inventa algo de usar y tirar, algo desechable. Así te asegurarás que siempre te pidán más.”
Poco después, Gillete, mientras se afeitaba una mañana frente al espejo, tuvo la revelación de la cuchilla de afeitar desechable:
“Mientras me encontraba con la navaja en la mano, posando mis ojos en ella tan ligeramente como el pájaro que se dispone a instalarse en su nido, nacieron la maquinilla de afeitar Gillette y su hoja intercambiable.”
Gracias a la ayuda de William Nickerson, inventor del botón del ascensor, Gillete abandonó su proyecto de cambiar la humanidad y se conformó con ayudar a los hombres a cambiar la apariencia de su rostro. De este modo pudo cumplir su sueño de inventor, pero esa es otra historia, que contaré en otra entrada de este Inventario.
Los comerciantes de la moda, tras el pret-a-porter, acabaron descubriendo el secreto de Painter y comenzaron a hacer ropa no sólo lista para llevar, sino también lista para tirar… tras un uso breve y con la ayuda de los potentes detergentes, las implacables lavadoras y las ardientes planchas.
La ropa se abarató tanto, y se hizo de tan mala calidad, que ahora es inevitable verse obligado a renovarla cada poco tiempo: ropa desechable, sin duda uno de los mejores negocios de la actualidad.
A cambio de ello, la vida de los piratas textiles se ha hecho más fácil, pues cada vez resulta más difícil distinguir el original de la copia. ¿Qué me importa que la copia sea incluso de peor calidad? Es cierto, pero me sale más barato comprar cinco copias sucesivas que el original (del que, al fin y al cabo, también me cansaré antes de la próxima temporada).
Muchos se lamentan de esta decadencia, degradación y terrible estado de cosas, del consumismo feroz y otros vicios que se creen modernos, pero ya sabemos que quienes más gritan y se lamentan son casi siempre quienes menos hacen. Yo grito poco, pero me atrevo a proponer soluciones en Los grandes inventos de TuBaU, que puedes visitar haciendo clic en la imagen.
[Publicado por primera vez en Inventario digital, 4 de marzo de 2011]