Códices mexicanos, dibujos botánicos, dos fotos y un extraño mensaje

El Archivero

Marie Kondo, después de convencer a todo el mundo para que se deshicieran de todo lo que habían acumulado en sus casas, se dedica a vender objetos inútiles para llenar de nuevo esas casas tristemente vacías.

 

Como tengo la buena costumbre de no seguir los consejos de Marie Kondo, la japonesa que recomienda que tiremos cualquier cosa que no nos haga inmensamente felices, tengo la suerte de conservar en mi casa cajas y cajas llenas de recuerdos más o menos inútiles, pero que me dan entretenimiento sin fin en estos días de confinamiento, y también, ¿por qué no decirlo?, pequeños placeres. Mis trastos acumulados me permiten pasar las horas sintiendo que hago algo más o menos útil, más o menos necesario: ordenarlos.

En cajas llenas de polvo descubro todo tipo de curiosidades, que tienen la particularidad de no venir solas, sino acompañadas cada una de su recuerdo correspondiente. Son disparadores de la memoria, porque, al contrario que Kondo, me siento más cerca del Conan Doyle de El embudo de cuero, que nos decía que los objetos conservan de algún modo el tiempo en el que fueron protagonistas de nuestra vida, o al menos actores de reparto. Esta magia no funciona sin más, claro, sino que se activa en la conexión entre el objeto exterior y las neuronas de nuestro cerebro. 

En fin, que voy a compartir aquí algunos de esos recuerdos, aunque tengo la sospecha de que no le interesaran, como es razonable, a nadie excepto a mí, y quizá a algún amigo o a algún familiar cercano. De todos modos, siempre he sido consciente de que gran parte de lo que escribo en la red lo escribo  para mí. Para que el asunto tenga un poco más de interés, agruparé los descubrimientos de manera más o menos azarosa y contaré algo de ellos. Lo haré recuperando una antigua sala de mis antiguos salones digitales en la que vivía y trabajaba un curioso demonio.

Hace muchos años, en efecto, hice una página digital que se llamó Baalberit, el archivero. Estaba presidida por un demonio libresco con apariencia de serpiente, que se llama Baalberith. Se trata de un gran Duque de los Infiernos, que antes de la rebelión de los ángeles tenía el grado de querubín en el Cielo y que, además de asistir al demonio en los contratos con los desdichados que deciden invocarlo y pactar con él, como Fausto, además, digo, ejerce el puesto de archivero en los infiernos. Como es obvio el archivero de los infiernos se convirtió en el de mis propios escritos, fotos, dibujos, etcétera.

Baalberit. O eso creía yo, porque al parecer la ilustración representa a un individuo del pueblo de las serpientes lovecraftiano.

No he encontrado las páginas iniciales, en las que Baalberit se presentaba, pero si su reaparición tras un tiempo de ausencia, quizá en 2004:

«Aquí, navegantes de las luminosas pantallas binarias, podréis encontrar sin duda diversos textos de este ser provisional y transitorio que me aloja y que yo voy encontrando en diferentes soportes silícicos, vegetales transfigurados o incluso sonoros. Algunos son de no hace mucho y otros de hace ya unos cuantos años, pero para mí el tiempo no significa nada. Todos ellos son del siglo XX, que es el único siglo que por ahora me ha cedido el cambiante autor de estos textos».

Allí también decía:

«Poco a poco voy convirtiendo todas mis páginas a un formato cómodo y navegable. Ahora le ha tocado el turno a Baalberith El Archivero. Además de arreglar la página, le he cedido todo el siglo XX. Para empezar, un ensayo que escribí en 1992 acerca del karma».

Ya habrá tiempo para recuperar ese ensayo. Ahora mostraré, hoy 12 de abril del coronavirus, algunos de los hallazgos que me esperaban en cajas llenas de polvo.

Códices mexicanos, dibujos botánicos, dos fotos y un extraño mensaje

En la fotografía se pueden ver cuatro libros o textos relacionados con el mundo mesomericano, fundamentalmente nahuatl y maya:

  1. Calendarios mesoamericanos, por José Luis de Rojas y Gutiérrez de Gandarilla.
  2. Conquista y poblamiento. Capítulo IV de un libro de un tal Céspedes (no hay más información). 
  3. La conquista de México-Tenochtitlan, sin mención de autor. (Este texto no se ve en la foto).
  4. An outline dictionary of Maya Gliphs, de William Edmond Gates. Libro extraordinario y asombroso por su erudición e ilustraciones. Escrito en 1931.
Imagen del Diccionario de William Edmond Gates

A estos cuatro libros se une un trabajo universitario no menos extraordinario:

5. Formas de pensamiento Nahualt (sic, por nahualtl), de Marcos Méndez Filesi. Fechado en 1994.

Este último texto resuelve el misterio de qué hacen estos libros fotocopiados en mi casa. Sin duda me los dio o prestó mi amigo Marcos.Tal vez después de que yo regresara de México en 1996, muy interesado por la cultura maya (había estado allí en fin de año del 95: Cuaderno del Mayab). Recuerdo que llegué a aprender algo del calendario maya y que durante algún tiempo lleve una agenda anual en la que iba señalando los días con los glifos mayas (supongo que acabaré encontrándola también si el confinamiento se prolonga).

En cuanto a los otros objetos que se ven en la imagen general, hay dos dibujos de plantas de mi terraza, que hice, supongo, para tener una especie de catálogo botánico. O bien para entrenarme en la pintura con acuarela o gouache.

En los textos cuento el origen de la planta (me la regalo Victoria, mi madre) y algunos detalles, casi todos inútiles.

 

En este caso, escribí: «Prácticamente muerta al regresar de Irlanda»

El otro dibujo ni siquiera está coloreado. Tampoco sé si hice más dibujos y si acabaré encontrándolos en otra caja.

Y una de esas casualidades casuales (frente a las causales de los que creen en el Destino con mayúsculas) que tanto me gustan. Al buscar información acerca de Baalberit, Google me dio un curioso resultado, que se contiene en un libro de larguísimo título: A dictionary of the Holy Bible: containing an historical account of the persons; a geographical account of the places; a literal, critical, and systematical description of other objects … an explication of the appellative terms … the whole … serving in a great measure, as a concordance to the Bible. Extracted chiefly from Calmet, and others. Collated with other works of the kind, with numerous additions from various authors, and a considerable quantity of original matter. En este Diccionario de la Sagrada Biblia, publicado por James Wood en 1813, la búsqueda de Baalberit, que, como es obvio se relaciona con el dios cananeo, fenicio, caldeo (Baal-Berith, que podría ser «Beirut»), me encontré mi propio nombre:

Naturalmente, este TubaU es una curiosa errata, y en el diccionario se refieren a TubalCaín, el sobrino de Noé, que llegó a España tras el Diluvio (otra curiosidad con la que he jugado a menudo al fabricarme orígenes míticos)

 

En el libro bien transcrito lo que se lee es, en efecto, Tubal, al que se le atribuye haber enseñado a la humanidad a tocar con harpas y órganos.

Bien podría llamar a estos deambulares casuales a partir de un estímulo cualquiera Paseos entre mis papelotes, a la manera de aquel Viaje alrededor de mi cuarto de Xavier de Maistre o los Rambles through my library de mi admirado Raymond Smullyan, que no he podido leer, pero que siempre he querido imitar.


Finalmente, en esta pequeña selección de los cientos de papeles que he revisado hoy, había dos fotografías.

Una en el carné de la Facultad de Filosofía en el año 95; la otra sin duda anterior, como cualquier lector sagaz deducirá enseguida.

Ah, casi lo olvidaba, el extraño mensaje al que aludo en el título de esta entrada, es una frase escrita a máquina en una hoja. Simplemente pone, todo escrito en mayúsculas y centrado: «YO NO QUIERO QUE NOS DEJES».

La frase es inquietante y misteriosa. ¿Será un mensaje que alguien dejó para mí y que yo no vi en ese momento? ¿Algún amor secreto perdido para siempre? ¿Un hijo que me pide que no me vaya? ¿O tal vez será tan solo el título de un nuevo cuento que quería escribir, o un fragmento fuera de contexto de otro, al estilo de un célebre cuento de Chesterton en el que hay un personaje suicida? No lo sé.

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