Autobiografía de Charles Darwin
Escribí esta recensión del libro de Darwin en 1997 en el número 3 de mi revista Esklepsis. Años después fui añadiendo comentarios, que indico en esta entrada. En cualqueir caso, no se trata de un artículo, sino de una serie de notas apresuradas de lectura.
Autobiografía de Darwin, escrita para sus hijos. El autor se muestra contenido y ecuánime en sus opiniones acerca de los demás y de sí mismo, y parece revelar una integridad que otras veces he visto en los científicos, al opinar acerca de su obra y sus méritos.
Dice que influyó en su vocación científica la lectura de dos obras: Personal Narrative (Relato íntimo) de Humboldt e Introduction to the study of natural philosophy de sir J.Herschel:
“Durante mi último año, leí con atención y profundo interés Personal Narrative (Relato íntimo) de Humboldt. Esta obra y la Introduction to the study of natural philosophy de sir J.Herschel suscitaron en mí un ardiente deseo de aportar aunque fuera la más humilde contribución a la noble estructura de la ciencia natural” .
Recomienda mucho Principios de Geología, de Lyell (43 y), quien parece un tipo interesante:
“Tenía muy buen corazón y era enteramente liberal en sus creencias; aún así era firmemente teísta. Su candidez era muy notable. La pone de manifiesto el hecho de que aceptara la teoría de la evolución, siendo así que se había hecho famoso por su oposición a las opiniones de Lamarck; y eso, cuando ya era anciano”. Me recordó que hacía muchos años, cuando discutíamos sobre la oposición de la vieja escuela de geólogos a sus nuevos criterios, yo le había dicho: “qué bueno si todos los científicos murieran a los sesenta años, ya que después es seguro que rechazarían toda nueva doctrina” .
“Yo me había pronunciado en favor de la acción del mar (en una rada) porque de acuerdo con el nivel de nuestros conocimientos en aquellos tiempos, no era posible ninguna otra explicación; y mi error fue una buena lección que me enseñó a no confiar jamás en el principio de exclusión en el terreno científico” (51) (la teoría correcta sería la de los lagos glaciares de Agassiz).
Darwin desarrolló trabajos puramente teóricos y deductivos, como el de los arrecifes coralinos, que fue concebido “antes de haber visto un verdadero arrecife de coral” (52), pero también en el más puro espíritu baconiano:
“trabajé sobre verdaderos principios baconianos y, sin ninguna teoría, empecé a recoger datos en grandes cantidades, especialmente en relación con productos domesticados, a través de estudios publicados, de conversaciones con expertos ganaderos y jardineros y de abundantes lecturas” (66).
Su resumen del asunto de la prioridad con Wallace es muy sincero, admitiendo que el ensayo de aquél contenía “una teoría exactamente igual a la mía” (68).
Como libros favoritos y de viaje tenía La excursión, de Coleridge, y El Paraíso perdido de Milton. Le parece maravillosa la obra de C.K.Sprengel El secreto de la naturaleza descubierto, y admirable una obra de G.Bell sobre las expresiones.
Cuenta también sus disputas con Fitz-Roy en el Beagle, una de ellas a propósito de la esclavitud “que él defendió y alabó, cosa que yo abominaba”, insiste en el asunto al criticar duramente a Carlyle, cuyas opiniones sobre la esclavitud “eran repugnantes”.
Hay una opinión acerca del avance de la ciencia que suele atribuirse a Einstein y también a Kuhn, pero que Darwin formuló antes:
Me recordó [Lyell] que hacía muchos años, cuando discutíamos sobre la oposición de la vieja escuela de geólogos a sus nuevos criterios, yo le había dicho: “qué bueno si todos los científicos murieran a los sesenta años, ya que después es seguro que rechazarían toda nueva doctrina.
Ello significa que para que un nuevo paradigma, en terminología kuhniana, llegue a imponerse plenamente, se tienen que morir de viejos los defensores del antiguo paradigma. Pero no siempre es así, espero.
Es beneficioso demorar la publicación de un libro pues “tras un largo intervalo, una persona puede criticar su propia obra casi tan bien como si fuera de otro” (80).
Dos consejos muy buenos:
Durante muchos años he seguido también una regla de oro, a saber, que siempre que me topaba con un dato publicado, una nueva observación o idea que fuera opuesta a mis resultados generales, la anotaba sin falta y enseguida, pues me había dado cuenta por experiencia de que tales datos e ideas eran más propensos a escapárseme rápidamente de la memoria que los favorables.
En 2000 añadí este comentario a la primera cita, la de la regla de oro:
A menudo, es cierto, sólo encontramos aquello que buscamos. Nuestros prejuicios y expectativas condicionan nuestra observación y solemos ser ciegos a todo aquello que va en contra de nuestras hipótesis.
Y en 2004, en el blog Love at first byte, comenté el comentario anterior:
Tengo la sensación desde hace un tiempo de que este problema, que es semejante al punto ciego del que habla Goleman, se ha acentuado con el cambio de siglo y que se está extendiendo cada vez más una manera de ver el mundo que sólo es capaz de contemplar la parte iluminada. Iluminada por la propia linterna del que mira.
Sobre su manera de escribir, dice:
Parece que hay una especie de fatalidad en mi mente, que me induce a empezar expresando de forma equivocada o torpe mis afirmaciones o proposiciones. En otro tiempo solía pensar las frases antes de escribirlas, pero desde hace varios años he descubierto que ahorro tiempo garabateando páginas enteras con la mayor rapidez posible y con malísima letra, abreviando la mitad de las palabras, y corrigiéndola luego pausadamente. A menudo las frases escritas aprisa de este modo son mejores de las que pudiera haber escrito tras larga meditación.” Y continúa diciendo sobre su método de trabajo: “primero hago un grosero esquema de dos o tres páginas y luego uno más extenso en algunas más, en el que pocas palabras o una sola representan toda una disquisición o una serie completa de datos. A su vez, cada uno de estos títulos es ampliado y a menudo cambiado de lugar antes de empezar a escribir in extenso.
Este es también mi método de trabajo habitual. Por cierto, que en lo del estilo, creo, como Darwin, que es importante no querer hacer literatura, sino buscar la mejor manera de contar algo de manera comprensible. Ya sé que esta es una afirmación demasiado general, pero se verá claramente lo que quiero decir si examinamos precisamente un escrito autobiográfico como el de Darwin, escrito para sus hijos y sin cuidar el estilo. Naturalmente, la idea de que puede ser leído por otras personas siempre está presente, pero el estilo es directo, sin artificios ni trucos literarios, lo que no impide que resulte muy ameno y bien escrito. Todo esto no quiere decir tampoco que no me gusten los escritos con fuerte carga estilística (por ejemplo, algunos de Alejo Carpentier), pero, salvo contadas excepciones, prefiero los otros, insistiendo, sin embargo, en que esta búsqueda de cómo contar algo claramente no está ni mucho menos reñida con la brillantez literaria.
Se lamenta Darwin de su pérdida de sensibilidad estética:
Esta curiosa y lamentable pérdida de los más elevados gustos estéticos es de lo más extraño, pues los libros de historia, biografías, viajes (independientemente de los datos científicos que puedan contener) y los ensayos sobre todo tipo de materias me siguen interesando igual que antes. Mi mente parece haberse convertido en una máquina que elabora leyes generales a partir de enormes cantidades de datos; pero lo que no puedo concebir es por qué esto ha ocasionado únicamente la atrofia de aquellas partes del cerebro de la que dependen las aficiones más elevadas. Supongo que una persona de mente mejor organizada o constituida que la mía no habría padecido esto, y si tuviera que vivir de nuevo mi vida, me impondría la obligación de leer algo de poesía y escuchar algo de música por lo menos una vez a la semana, pues tal vez de este modo se mantendría activa por el uso de la parte de mi cerebro ahora atrofiada. La pérdida de estas aficiones supone una merma de felicidad y puede ser perjudicial para el intelecto, y más probablemente para el carácter moral, pues debilita el lado emotivo de nuestra naturaleza.
Yo tengo desde hace unos años bien presente este peligro, y por eso me impongo lo que Darwin se impondría de vivir de nuevo: leer literatura, poesía, historia, escuchar música, etcétera. Leer sólo libros científicos llega a limitar grandemente la capacidad de percepción emotiva y la sensibilidad, produciendo una vida intelectual poderosa pero seca.
Mi memoria también se asemeja a la de Darwin:
Mi memoria es amplia pero poco clara: sólo basta para alertarme, advirtiéndome vagamente cuando observo o leo algo que se opone a la conclusión a la que estoy llegando, o, por el contrario, algo que la favorece, y generalmente después de cierto tiempo puedo recordar dónde he de buscar mi fuente. En un determinado aspecto mi memoria es tan mala que nunca he sido capaz de retener una sola fecha o un verso durante más de unos pocos días.
A mí me sucede que a menudo sé más de lo que puedo recordar. Es decir: sé que sé algo, pero no recuerdo los detalles que demuestran ese conocimiento. Así que o me callo, o muestro mi disconformidad pero sin poder apartar pruebas. Y normalmente, la seguridad con la que muchas personas dicen las cosas, me hace no plantear cuestiones de las que tengo una gran seguridad, puesto que me parece de mal gusto oponerse vehementemente a una idea sin aportar argumentos de ningún tipo. Así que actúo como el del chiste: “Pues no será”. A las pocas horas o días, suelo recordar esos datos o saber dónde debo buscarlos y casi siempre confirman mi opinión.
Continuamente me he esforzado por mantener libre mi mente a fin de renunciar a cualquier hipótesis, por querida que fuera, en cuanto que se demostrara que los hechos se oponían a ella (y no puedo evitar formarme una respecto de cada tema)… Por otra parte, no soy muy escéptico -condición intelectual que creo perjudicial para el progreso de la ciencia. Es aconsejable un cierto escepticismo en un científico para evitar mucha pérdida de tiempo, pero me he encontrado con no pocas personas a las que estoy seguro que este escepticismo ha impedido llevar a cabo experimentos u observaciones que hubieran resultado directa o indirectamente útiles.
(Publicado en Esklepsis 3 en 1997. Escrito entre 1993 y 1995)
Comentarios recibidos en Caracteres
Este mes se publicará La autobiografía de Darwin, sin censurar, para conmemorar el bicentenario de su nacimiento.
http://lamazarcuta.blogspot.com/2009/01/la-autobiografa-de-darwin-sin-censurar.html
Una obra que nos acerca a las facetas más personales del célebre naturalista.
estuvo muy bueno y entrete me parecio super bueno eso es todo
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4 Comments
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Manuel Álvarez
Sobre Darwin dejo este enlace muy interesante: The complete work of Charles Darwin online
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Natalia Gomez
increible me encanto todo el contenido.
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