La obra oculta de Elias Canetti
Una investigación sobre la manía de escribir /1

Elias Canetti

Elias Canetti publicó una obra breve, apenas doce tomos. Pero escribió mucho más, cartas, diarios, novelas y todo tipo de textos inéditos :

«Se hallan celosamente custodiados en la Biblioteca Central de Zurich, en un búnker situado a quince metros de profundidad, donde se encuentra en la actualidad el «legado Canetti», parte del cual no podrá ver la luz, por voluntad expresa del escritor, hasta el año 2024″

Me pregunté,  tras leer estas cosas en el prólogo de El Juego de ojos, por qué Canetti había decidido que no se publicase todo lo que había escrito hasta mucho tiempo después de que hubiera muerto: tres décadas más tarde. Cuando murió, en 1994, Canetti tenía ochenta y nueve años.

Canetti

El juego de ojos, de Elias Canetti

Existen otras historias de escritores que pidieron que su obra fuera destruida o que no se publicara hasta cierto tiempo después de su muerte. A la traición de un amigo, debemos  muchas de las páginas de Kafka, salvadas por Max Brood.

También Casanova amenaza alguna vez en sus Memorias con echarlas al fuego en cuanto presienta que está a punto de morir. Es obvio que cambió de idea, o que le faltaron las fuerzas, cosa que suele suceder cuando agonizas.

Kleist, si no recuerdo mal, quemó su primera novela. Chatterton se suicidó a los diecisiete años y antes de hacerlo quemó todos los escritos inéditos que tenía a mano.

En la relación de las personas con las cosas que escriben, se pueden distinguir dos extremos: los destructores y los conservadores. Algunos se deshacen de cualquier borrador, de todas las páginas que muestran las fases que llevaron a la obra definitiva.

Freud, que detestaba a los biógrafos, no quiso dejarles nada y destruyó todo lo que pudo. Incluso intentó hacerse con las cartas que había enviado a otras personas, para quemarlas. Su discípula Marie Bonaparte consiguió en un librero de viejo las cartas que Freud le había mandado a Wilhem Fliess. Aunque Freud insistió en que se las devolviera, ella se negó. Gracias a esas cartas, los biógrafos han podido escribir las más oscuras pero también las más precisas páginas de la vida de Freud.

Stefan Zweig cuenta que Rainer Maria Rilke nunca corregía nada, porque todo lo escribía perfecto desde el principio. En sus manuscritos, asegura Zweig, no hay nunca una tachadura ni una corrección. Pero podemos sospechar que Rilke destruyera los manuscritos previos y sólo conservara la última versión. En tal caso, Rilke actuaría de manera parecida a los científicos según la anécdota contada por Jesús Mosterín:

–¿En que se diferencia un científico de un filósofo?
–En que el filósofo usa papel y lápiz, y el científico papel y lápiz y papelera.

Y el filósofo Leibniz parece confirmar el chiste, porque lo guardaba absolutamente todo: sus biógrafos llevan decenas de años ordenando y publicando poco a poco sus papeles.

Yo, en este caso, no me muevo en el dorado término medio y moderación que tanto me gusta elogiar, y que sin duda es el más razonable (ni guardarlo todo ni destruirlo todo), sino que estoy decididamente en el lado leibniciano. Lo guardo todo, incluso notas tomadas en billetes de metro, algo que, según parece, también hizo Casanova, no en billetes de metro, pero sí en lo que entonces se llamaba precisamente billetes, pequeños papelitos. Eso explicaría la prodigiosa exactitud de su memoria, que los estudiosos han podido certificar, en contra de la común opinión que le toma por un escritor imaginativo y mentiroso.

Canetti, no sé si llegaba a los extremos de Leibniz, Casanova o yo mismo, pero la descripción de su legado oculto así parece indicarlo:

«Allí, en un área cerrada al público, se conservan, junto a los diarios, ocho metros seguidos de manuscritos, borradores, cuadernos de notas y cartas del escritor. Una vida completa en ciento cuatro cajas.»

A pesar de haber escrito tanto, Canetti apenas publicó en vida, como dije antes, doce volúmenes. Pero no destruyó el resto, aunque prohibió que se publicará hasta treinta años después de su muerte. ¿Por qué?

 

Continúa en Las intenciones de canetti….


Elías Canetti

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