Escribir sobre Shakespeare

Alguna vez he dicho que Shakespeare mejora a quienes escriben acerca de él, que hace interesantes a quienes le dedican su atención. Un día comenté a mi padrino, José Luis Velasco, los placeres que me proporcionaba Goethe y él me dijo: «¿Verdad que leer a Goethe engrandece?».

Es cierto. No sólo algunas obras literarias de Goethe (como el Fausto, Las afinidades electivas o Wilhem Meister), sino también sus libros de memorias (Poesía y verdad) o las Conversaciones, transcritas por Eckerman. No es extraño que a un temperamento en ciertos aspectos tan alejado de Goethe como era Nietzsche, le pareciera que esas Conversaciones eran el mejor libro que conocía.

Johann Peter Eckerman

Sin embargo, suele decirse que Eckerman era un mediocre. No sé si lo era, porque algún mérito tiene el ser capaz de contar tan bien lo que otro te cuenta.

Es un reproche que también se le hacía a Boswell, el biógrafo de Samuel Johnson y autor de la que suele considerarse la mejor biografía de la historia, La vida de Johnson (yo situaría en primer lugar la Historia de mi vida, de Casanova, o tal vez las memorias de Elias Canetti). Sin embargo, ahora los biógrafos ponen en duda la insipidez de Boswell y lo consideran un personaje complejo e incluso fascinante, como puede comprobar quien lea sus Diarios londinenses, publicados no hace mucho.

En cualquier caso, podemos pensar que a Boswell con Johnson, y a Eckerman con Goethe, les sucede algo parecido a lo que he dicho de Shakespeare: Johnson y Goethe también hacen mejores a quienes se ocupan de ellos. Si escribes acerca de alguien interesante, tienes garantizado lograr un cierto porcentaje de interés, simplemente repitiendo lo que él dice. Si, además, eres capaz de seleccionar con cierto tino los pasajes a citar, y de escribir algunos comentarlos con un poco de agudeza, el resultado casi siempre será bueno, y a veces extraordinario.

Es debido a esta certeza por lo que durante un año intenté leer todos los recuerdos y conversaciones relacionados con Goethe transcritos por sus contemporáneos (no sólo Eckerman), y es por ello que he leído más de diez, quizá veinte, libros, de conversaciones con Borges. Es evidente que los temas acaban repitiéndose, pero a mí nunca me fatigan. Soy como el niño que pide que le cuenten el mismo cuento todas las noches: «Hábleme, Borges, eternamente del eterno retorno».

Lo mismo sucede con Shakespeare, y por eso una de las cosas que más me gusta es leer libros sobre Shakespeare.

Esos libros siempre me descubren algo nuevo, porque la riqueza de Shakespeare parece inagotable e inabarcable. Del mismo modo que cada siglo, como decía Goethe (o tal vez Nietzsche), inventa a sus griegos, cada siglo, casi cada década, inventa a su Shakespeare, o lo lee de diferente manera, encontrando cosas que otros no vieron, quizá porque no les interesaba verlas, o porque no las buscaban.

Pero también hay que decir que aunque Shakespeare mejora a quienes lo tocan, no todos extraen de él la misma riqueza. El Prefacio a Shakespeare, escrito por Samuel Johnson, sigue siendo, a pesar de su brevedad, una de las mejores cosas que se han escrito sobre Shakespeare.

Samuel Johnson
Samuel Johnson

Otros autores interesantes (entre los que he leído recientemente) que merecen ser citados son: James Shapiro, 1599, un año en la vida de Shakesperare, que te hace desear que Shapiro escriba otro libro para cada año de la vida de Shakespeare, o Jan Kott, (Shakespeare, nuestro contemporáneo, un ensayo extraordinario.


 

 

También me gustó mucho, casi tanto cono los anteriores, El genio de Shakespeare, de Jonathan Bate, y me está esperando en la estantería Interpretar a Shakespeare, de John Gielgud, y Shakespeare, una biografia, de Peter Acroyd, que se dice es la mejor biografía de Shakespeare.

Recuerdo otra biografía que me gustó, la que escribió el que quizá sigue siendo el mejor y traductor de Shakespeare, Astrana Marín, a pesar de las críticas que ha recibido y de las nuevas traducciones recientes que han cambiado el panorama y parecen haberlo desplazado a un lugar secundario.

Luis Astrana Marín

También hay muchas cosas interesantes en las conferencias sobre Shakespeare de W.H.Auden (Trabajos de amor dispersos) aunque no las he leído todas. Sin embargo, me decepcionó bastante el esperado y celebrado libro de Harold Bloom Shakespeare o la invención de lo humano, entre otras cosas porque Bloom dedica más tiempo a criticar a los otros estudiosos de Shakespeare que a hablar sobre Shakespeare: siempre parece como si todo lo que dice fuera una respuesta a las «bobadas» dichas por otros. Es, por cierto,una actitud muy distinta a la de Samuel Johnson, el crítico al que Bloom más admira, con razón, y a quien pretende igualar:

“Puedo afirmar con absoluta franqueza de todos mis predecesores lo que espero que se diga de mí en el futuro: que ninguno ha dejado de mejorar a Shakespeare y que no hay ninguno con cuya ayuda o información no esté en deuda… a todos los he tratado con la consideración que unos a otros no han tenido la prudencia de dispensarse”.

Bloom, al contrario que Johnson, utiliza demasiado a menudo a Shakespeare como a un arma arrojadiza contra los críticos rivales.

Así que después de este repaso de autores que escriben sobre Shakespeare, tal vez habría que corregir la afirmación inicial y decir que lo que sucede es que las personas interesantes se acercan a Shakespeare (y que el propio Shakespeare contribuye sin duda a que aumenten esa calidad de interesantes) y que, después, algunas de ellas escriben además sobre Shakespeare, unas mejor y otras peor, pero siempre con Shakespeare muy cerca.


 

NOTA 2011

La lectura de la biografía de Shakespeare por Peter Ackroyd me decepcionó mucho. No encontré en ella casi nada que me llamara la atención o que no supiera, o que se contara desde otro punto de vista, y me pareció un libro falto de brío, sin fuerza.


 

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