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Sabios ignorantes y felices, de Daniel Tubau
Sabios ignorantes y felices, de Daniel Tubau

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Algunas opiones acerca de Tucídides y la guerra entre Esparta y Atenas
Sacro y profano CUADERNO DE VENECIA
¿Inventó Coca-Cola la felicidad?
El buenánimo de Demócrito y los peligros de la envidia
Es más fácil ver que escuchar
¿Ataca Tucídides a Pericles?
David Hume
Platón, ¿creador de la filosofía evasiva?

Señales en la carretera
NO LUGAR ~16

Taxi al Aeropuerto de Bogotá

 

En el taxi, camino del aeropuerto, vi un letrero en la carretera: “No se pare en la X, puede haber un policía”. Observé que en la carretera había pintadas varias equis.

Al principio, recordando los muchos policías que había en la ciudad, pensé que era una advertencia, algo así como: “Yo que usted no pararía, porque como le pille un policía le puede extorsionar, robar o asesinar. Siga recto, sin parar, hasta su destino”; pero después pensé que debía tratarse de una recomendación de tráfico sin más.

En un descampado, a la derecha de la carretera, había otros letreros: “Estos terrenos no están en venta, desarriendo ni subsidio”, y luego se añadía: “Personas sin escrúpulos y delincuentes dicen estar autorizados para vender…”

El taxista me dice que ahora Colombia, con la guerrilla y los narcos, “no está bonita”, y se muestra pesimista respecto a la solución del problema.

Ayer noche, o mejor habría que decir “hace unas horas”, cené en una taberna llamada Munchen, donde se bailaba e incluso había una gran pantalla de vídeo sobre la pista. En un grupo numeroso de comensales me atrajo una muchacha a la que yo también interesé. Ella tenía al menos dos pretendientes, con los que bailó. Bailé yo también con ella y con una amiga suya. La prudencia, no por los pretendientes sino por el vuelo del día siguiente, me hizo retirarme a las siete de la madrugada.

El taxista también me dijo que el vuelo con escalas que yo estaba haciendo quizá me resultaría tan caro como el directo, pues debía pagar el alojamiento en Lima y Bogotá, los taxis, etcétera. Se le olvidó decir “los impuestos del aeropuerto” (¡23 dólares!). Es cierto, pero le dije que así podía conocer Bogotá y Lima, aunque fuese por una noche.

No añadí que también todos los no lugares, como el autocar, las salas de espera del aeropuerto y su propio taxi por los que pasé entre viaje y viaje.



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