
Una vez que estuve enfermo y me resultaba difícil salir a la calle, me pasaba los días en mi casa de Sambara de Madrid. Pensé en aprender cosas de mi enfermedad y, forzado por las circunstancias, me apliqué el dicho de Baltasar Gracián:
«Hay que hacer de buen grado y con placer aquello que no tienes más remedio que hacer»
Busqué un cuaderno y comencé a escribir Ocurrencias de un enfermo. El título procede de uno de mis libros favoritos,Tsurezuregusa (Ocurrencias de un ocioso o Las horas ociosas), de Kenko Yoshida.
Además de pensar sobre mi enfermedad pulmonar y anotar mis ocurrencias y mis dolencias, investigué acerca del asunto, porque siempre, incluso antes de conocerlo, he aplicado el consejo de Confucio que más le gusta a mi amiga Ana: «Aprender sin pensar es inútil y pensar sin aprender es peligroso». Uno no debe limitarse a reflexionar en el vacío, porque eso lleva a confundir deseos con realidades y sueños con certezas. Pero tampoco se debe limitar a acumular conocimientos sin más, sin procesarlos o analizarlos.
La primera anotación en ese cuaderno de enfermo fue esta:
En el atardecer, escribo en la terraza. Los pájaros juegan a perseguirse en el cielo y gritan, supongo que de alegría.
La mayor diferencia entre estar sano y estar enfermo es que el enfermo es mucho más consciente de su cuerpo.
Así que estar sano es una cosa poco perceptible: consiste en que tu cuerpo funcione tan bien que no notes que existe.
Por eso es más fácil darnos cuenta de que estamos enfermos que de que estamos sanos: el cuerpo nos avisa, haciendo notar su presencia.
Ocurrencias de un enfermo
Más sobre Kenko Yoshida en el…
CUADERNO DE JAPÓN
Excelente….
es como el dicho nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido, hay veces que no valoramos las cosas que tenemos.