Novelas vulgares

Se podría decir que lo que diferencia a una novela vulgar de una novela ambiciosa o compleja no es lo que puede parecer a primera vista por su denominación como «novela vulgar» o «barata». No es que lo que se dice en una novela vulgar no pueda ser tan interesante como lo que se dice en una novela más compleja. En muchos casos seguro que es más interesante. porque el que uan novela sea compleja no implica que también sea interesante. Pero la característica importante de este tipo de novelas, de las novelas, simples, sencillas o vulgares, entre las que se incluyen casi todos los bestsellers, es que las cosas se dicen sólo de una manera.

No es que la interpretación no pueda interesarnos, es que sólo hay una interpretación. Al leer esas novelas sabemos perfectamente qué es lo que el autor ha querido decirnos, no nos quedan dudas: quiere decirnos esto, y nosotros lo entendemos. Así que, como lo entendemos, no necesitamos detenemos y seguimos leyendo. Esto es lo que hace que sean tan amenas: nunca nos detenemos, siempre seguimos adelante porque todo lo entendemos.

James Joyce

En las novelas que resultan difíciles para el lector vulgar…

Espera: ¿qué quiero decir con «vulgar»?

Pues simplemente el que no quiere detenerse ni esforzarse, ni preguntarse qué ha querido decir el autor (o qué está diciendo esta frase, incluso  aunque el autor no lo haya querido decir de manera consciente). En las novelas difíciles no hay una sola interpretación, sino varias. Como dijo Edmund Wilson acerca de las múltiples interpretaciones del Ulysses de Joyce, estas novelas se parecen a la física cuántica y al principio de indeterminación de Heisenberg: cada vez que se leen se encuentra algo distinto porque el observador, el lector, modifica lo observado.

Las reflexiones anteriores, aunque parecen contener una cierta connotación  quizá no despreciativa pero sí depreciativa hacia la novela vulgar, y eso es algo que sería quizá hipócrita negar, sin embargo no implican un juicio negativo eo ipso: puede darse el caso de que una novela simple sea capaz de trasmitir una belleza cierta, una belleza superior a la de una novela compleja. De eso no me cabe ninguna duda, y mi intención es investigar ese asuntoen el futuro y buscar  la belleza de las grandes novelas vulgares. Pero ahora pensemos en una novela que me viene a la cabeza, «Piotr, el letón», de Georges Simenon. Me gustó mucho esta novela protagonizada por el comisario Maigret. Me pareció extraordinaria. Sé que cuando vuelva a leerla me volverá a gustar, pero sospecho también que no encontraré nada nuevo en ella, a no ser que ello se deba a mi torpeza de lector. Sin embargo, sé que si leo de nuevo un pasaje de En busca del tiempo perdido de Proust, del Ulysses o de la Odisea de Homero, encontraré algo nuevo y que ello no se deberá a mi precedente torpeza. Aunque haya llevado a cabo una excelente y atinada primera lectura de esos libros, en la segunda me espera inevitablemente algo nuevo.

 


 

[Escrito el 6 de diciembre de 2011 en el hotel New Pearl de Cantón (Guangzhou)]

 

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