Los recuerdos de un melancólico

|| Casanova, segundo acto 2

Casanova dice en el prefacio de sus Memorias que a lo largo de su vida ha tenido todos los temperamentos:

“El colérico en mi infancia, el sanguíneo en la juventud; más tarde, el flemático, y, por fin, el melancólico, que probablemente no me abandonará ya”.

Es una manera muy interesante de aplicar la teoría de los humores o caracteres de Hipócrates, Teofastro y La Bruyere. En vez de considerar que cada persona se ajusta a uno de ellos, lo que sucede es que los atravesamos a lo largo de nuestra vida, de manera semejante a aquellas etapas de la vida de las que hablaba Kierkegaard, la estética, la ética y la religiosa.

Al considerar si yo mismo he atravesado por los temperamentos casanovianos, quizá diría que he sido colérico, melancólico, sanguíneo y tal vez ahora flemático, así que no sé si en la vejez repetiré alguno, o si ya me moriré flemático.

Regresemos a Casanova y su afirmación, implícita en su descripción de los temperamentos, de que la Historia de mi vida fue escrita por un melancólico, puesto que escribió el libro en su vejez.  Podríamos esperar entonces unas memorias melancólicas, pero no sucede así. Al menos no sucede así cuando es importante que no suceda así.

Es cierto que el anciano Casanova comenta a menudo los recuerdos que está narrando y que también se suceden las observaciones filosóficas o teológicas, las opiniones acerca de las ciudades o países que visitó, las disquisiciones sobre el carácter de los hombres y las mujeres que conoció. Todo ello desde el punto de vista del memorialista, del Casanova anciano. Es verdad también que de tanto en tanto se encuentran reflexiones sobre la fugacidad de la vida y el paso del tiempo que, por supuesto, son melancólicas, y que contagian al lector ese sentimiento. Pero lo notable es que esa melancolía desaparece enseguida, al iniciarse cada nueva aventura del veneciano. El Casanova melancólico sabe contarnos la aventuras del Casanova sanguíneo como si por un momento volviera a serlo. Ese anciano es capaz de comentar, explicar, buscar razones para entender lo que hizo aquel joven, pero al hacerlo no le roba su voz al Casanova que fue.

Por otra parte, al leer estas memorias inagotables, las desgracias que Casanova padece a lo largo de su vida nos inquietan sólo por un instante, porque sabemos que, unas páginas más adelante, nuestro héroe (¿pues qué es Casanova sino un héroe?), se recuperará, y que nos demostrará que “si existe el placer y sólo se puede gozar de él estando vivo, la vida es dicha”. 

Continuará


[Escrito en 1997. Republicado en 2007, 2011 y 2017]

GIACOMO CASANOVA

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EL RESTO ES LITERATURA

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