La quinta regla del brainstorming

|| Una cita con las musas /4

En este cuarto capítulo de Una cita con las musas resuelvo el cliffhanger (o gancho narrativo) propuesto en el capítulo anterior (Tormenta de ideas).

Puedes escuchar el programa y también leer la transcripción debajo del vídeo.

José Luis: Buenas tardes, Daniel. Hoy tenemos que resolver un cliffhanger, un gancho de esos que ponéis los guionistas al final de un capítulo, que nos dejaste la semana pasada.
Daniel Tubau: Pues sí, porque la semana pasada conté las cuatro reglas del brainstorming y dije que hoy contaría una quinta regla.

JLC: Vamos a recordar que el brainstorming o tormenta de ideas es un método creativo muy popular.
DT: Sí, seguramente es el más popular de todos. Pero el problema es que muchas veces no se siguen sus reglas y, claro, deja de funcionar bien.

JLC: Antes de que nos digas por qué no se siguen esas reglas y nos cuentes esa misteriosa quinta regla, recuérdanos las reglas del brainstorming.
DT: Por supuesto. Las cuatro reglas que propuso el creador del brainstorming, Alex Osborn son:

La primera: no se deben criticar ni decir nada malo respecto a las ideas que se proponen en una reunión de brainstorming.

La segunda: se debe animar a los participantes a que den ideas cuanto más locas y salvajes mejor.

La tercera: se debe trabajar sobre las ideas propuestas por los demás.

La cuarta: aquí lo que se trata es de dar cuantas más ideas mejor. Lo que importa es la cantidad, no la calidad.

JLC: Perfecto, esas son las cuatro normas originales. Pero hay una quinta norma, ¿no?
DT: Sí, con el tiempo se descubrió que si no se aplicaba esta quinta regla, las otras cinco empezaban a no respetarse. Esta quinta regla dice que en un brainstorming no hay jerarquías, que todas las ideas y todas las personas tienen la misma importancia.

JLC: Es decir que un brainstorming todos los que participan valen lo mismo, el presidente de la empresa y el último becario.
DT: El brainstorming tiene que ser como el carnaval, al menos como era el carnaval medieval, donde desaparecían las clases sociales y todos eran iguales por unos días. O como en esa canción de Serrat de la noche de San Juan, que dice: “el prohombre y el villano bailan y se dan la mano”. Porque cuando hay unos que mandan más y otros que no mandan nada, entonces las ideas no surgen de la misma manera y el brainstorming deja de funcionar.

JLC: Claro, parece razonable. Pero, ¿es tan fácil olvidar por unas horas quién manda?
DT: La verdad es que no resulta fácil y ese es uno de los grandes problemas en muchos brainstorming. Porque en todas las empresas y también en las salas de guionistas se crean jerarquías, y lo peor es que muchas veces sucede de forma espontánea.

JLC: ¿Ah sí? ¿Por qué de forma espontánea?
DT: Eso es algo que descubrí gracias a un amigo mío, Marcos Méndez Filesi, que me habló de una disciplina de la sociología que se llama Análisis institucional.

JLC: Que se supone que analiza las instituciones, como es obvio…
DT: Así es, y una de las cosas que estudia es como se forman jerarquías en las instituciones o las empresas, a menudo de forma espontánea, por ejemplo con el asunto de las puertas…

JLC: ¿Las puertas? ¿Qué tienen las puertas con las jerarquías?
DT: Pues que no todo el mundo se comporta igual delante de una puerta. Por ejemplo, hay ciertas puertas en una empresa a las que casi nadie se acerca. Están ahí, delante de ti, pero te mantienes alejado. Sin embargo, algunas personas sí se acercan a esa puerta, llaman con los nudillos (“TOC TOC”  EN LA MESA), esperan a que les digan que pueden pasar, y entonces pasan… y hay otras personas, muchas menos, que llaman con los nudillos y entran sin esperar a que les respondan: (“TOC TOC” EN LA MESA) y exclaman sin cortarse un pelo: “¡¡Hola Manolo!!”

JLC: El que entra así debe ser el presidente, el Super Jefazo…
DT: Seguro que sí. Lo importante es que todos sabemos cómo comportarnos con cada una de las puertas, pero la verdad es que lo hemos deducido rápidamente sin que nadie nos explique que no debemos entrar en esa puerta.

JLC: No sucede como en la historia de Barbazul, que te amenazaban con la muerte si entrabas en la puerta prohibida…
DT: En una empresa nadie te advierte, no te dicen: “No abras nunca esa puerta”. Nadie te lo explica, pero todo el mundo entiende enseguida a qué puerta puede acercarse y a cuál no. Las puertas son uno de los signos de estatus más evidente, pero para el brainstorming lo que nos interesa son las mesas…

JLC: Ah, estupendo, parece que estemos en una fábrica de muebles. ¿Y qué les pasa a las mesas?
DT: Muchas cosas también, pero aquí me voy a limitar a la mesa de reuniones en la que se celebra el brainstorming. Porque resulta que, aunque entremos en una reunión de brainstorming con la intención de que no haya jerarquías, la manera de sentarse a la mesa, ya deja claro quiénes mandan.

JLC: Claro, el que manda más se sienta en la presidencia.
DT: eso es lo habitual, en la cabecera se sienta la jefa o el jefe. Pero no solo eso, a cada lado se sientan sus lugartenientes, que también suelen ser autonombrados. Cuando me convertí en director de programas de televisión, como Club Disney o Trilocos descubrí que de la noche a la mañana me habían crecido dos lugartenientes, que siempre venían conmigo a comer, por ejemplo y que en el brainstorming se sentaba a la derecha y a la izquierda.

JLC: Y si empezamos así una reunión creativa, pues todo eso de que no hay jerarquías y de que todas las ideas valen lo mismo se viene abajo.
DT: En efecto. Porque al lado a los lugartenientes se sientan los siguientes en jerarquía y así hasta llegar a la parte más lejana de la mesa, donde se sientan los becarios. Y los becarios, allí a lo lejos, a veces incluso se esconden para que no se les vea… Y claro, es muy difícil que la idea de un becario llegue desde tan lejos hasta la cabecera de la mesa, porque los lugartenientes sirven entre otras cosas como filtro o barrera que impide que las ideas circulen libremente.

JLC: Vaya, pero ¿y eso cómo se puede solucionar?
DT: Hay algunos trucos. Voy a contar uno que usaba yo cuando empecé a dirigir un programa, creo que era Club Disney. El mismo. Pues resulta que, como mi amigo Marcos me contó todo aquello del análisis institucional, me fijé en lo de la mesa y comprobé que, en efecto, la manera en la que nos sentábamos en la mesa condicionaba la reunión e impedía que la gente se relajase y que surgieran ideas locas y salvajes, como se recomienda en el brainstorming. Así que decidí que nos sentáramos de otra manera, pero lo hice en secreto, sin que nadie lo supiera.

JLC: ¿Qué quieres decir?
DT: Pues que cuando estaba prevista una reunión, decía a todos que fueran subiendo a la sala de reuniones, porque yo tenía que buscar unos documentos o hacerme un café o cualquier excusa. Así que todos subían y se sentaban, creando esa estructura jerárquica: los lugartenientes junto a la silla de la cabecera y los becarios al otro extremo. Y entonces, cuando ya estaban todos sentados, subía y como quien no quiere la cosa, en vez de sentarme en la presidencia, me sentaba en el otro extremo.

JLC: Y así invertías la situación…
DT: Claro. Y de esta manera el brainstorming tenía más posibilidades de desarrollarse de la manera adecuada, sin que los supuestamente más importantes fueran los únicos a los que se escuchara. Yo creo que los resultados eran bastante buenos y con el tiempo la gente ya empezaba a sentarse en la mesa de manera menos jerárquica, porque nunca sabían dónde me iba a sentar yo. Era como el juego de las sillas: ¿dónde nos sentamos hoy?

JLC: Bueno, pues ya vemos que en esto de la creatividad las mesas son tan importantes como las musas. Te esperamos entonces la próxima semana para seguir hablando de creatividad e inspiración en esta cita con las musas.


UNA CITA CON LAS MUSAS

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