Juego oculto||| El Duelo, 7
7. Juego oculto
—Ha desaparecido el peligro, pero os ruego que permanezcáis en vuestras habitaciones -recomendó el barón.
—Decídme -pidió Frederick-, ¿qué impresión os ha causado la sobrina de Vivienne?
—La mejor que podía esperarse. Es una joven hermosa y, al parecer, no carece de ingenio, aunque tal vez peca de timidez o modestia. Sus rasgos recuerdan la antigua belleza de su madre, pero en sus ojos se percibe un brillo misterioso, sin duda heredado de su padre. No ignoráis el trágico fin de aquel hombre admirable, que fue mi más apreciado compañero de juventud.
—Tengo por cierto que se suicidó -dijo Frederick-. ¿Es verdad?
—Sí -confirmó el barón con un deje de tristeza-. sus enemigos aseguran que la demencia se había apoderado de él, y no les falta razón. Su temperamento le llevaba en ocasiones a la violencia. La vacía vanidad y la ilustrada ignorancia de cuantos le rodeaban llegó a enfermarle. Los últimos años de su vida permaneció aislado del mundo, conteniendo sus deseos de destrucción que, finalmente, se volvieron contra él. He observado en su hija algunas señales alarmantes, casi imperceptibles, escondidas pero tangibles para alguien que conoció tan bien como yo a su padre. Es mi deber evitar que la funesta semilla crezca en su interior. La terrible suerte de su padre es un pesado lastre para esta muchacha, y una de las razones que alejan a los pretendientes.
—¿No habíais dicho que su matrimonio ya estaba concertado?
—Nada hay seguro -respondió el barón-, podría decirse que ésta es su última oportunidad.
—¿Podré verla? -preguntó Frederick.
—No es aconsejable, esperad unos días, hasta la celebración del baile. Entonces, escondido tras vuestra máscara, podréis caminar sin temor entre los invitados.
—Proporcionadme dos sirvientes que me ayuden en la confección de mi disfraz.
—Los tendréis -prometió el barón.
Continuará…
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